Antes de que el genocida Videla nos declarase entidades sin existencia, habíamos sido “terroristas” y “subversivos”, “contrabandistas de ideología foránea”. Sin embargo, antes incluso de que el terrorismo de Estado lograse institucionalizar nuestra condena y su accionar criminal bajo alguna de esas idiosincrasias, habíamos protagonizado lo que la Historia hoy recuerda como “los 70”. ¿Recuerda dije? ¿Quién recuerda, qué?
…..
En los 70 “la militancia” no era un fenómeno sobre el que alguien teorizara a favor o en contra. La militancia no abría las grietas en la sociedad (para eso acreditaba mejor y era más eficiente la lucha de clases).
La militancia era el objeto de nuestra felicidad. El amor de la vida. La cita a la madrugada o la reunión al atardecer. Lo que hacíamos todos (ellas y ellos). Hoy digo, la militancia era poner el cuerpo en la calle para transformar el mundo. Queríamos hacerlo. Lo íbamos a hacer.
…..
En la pared del fondo del aula de 4º año TM del Normal 1, las compañeras de la JP habían pintado con aerosol la sigla L.O.M.J.E. cuya “traducción”, todos entendíamos: “Libres O Muertos Jamás Esclavos”. El día que apareció la pintada, tras algunas deliberaciones “internas”, el ala de izquierda del curso le propuso al ala peronista el siguiente debate: los muertos no sirven a la revolución porque están muertos. Los esclavos pueden ser liberados. Entonces, deberíamos cambiar la pintada por: “Libres O Esclavos Jamás Muertos”.
¿Se trataba de una discrepancia semántica, existencial, ideológica?
Ni entonces ni ahora, la distancia entre la izquierda y el peronismo fue una cuestión semántica. Ideológica sí, más o menos, matizada por los vaivenes de la Historia. Existencial, definitivamente no. Porque si algo sellaba la fraternidad entre nosotros no era la amistad entre adolescentes, sino la certeza de estar explorando, involucrándonos, compartiendo con idéntico fervor el mismo territorio existencial: la militancia.
…..
A diferencia de algunas de las mejores mentes de nuestra generación muertas antes de hora (Jim Morrison, Jimi Hendrix, Janis Joplin), acá en Argentina nos preparábamos para una muerte histórica. No queríamos morir, claro está. Estábamos convencidos de que antes de que nos sonara la hora, íbamos a cambiar el mundo. Queríamos hacerlo. Lo íbamos a hacer.
Fuera cual fuere la teleología perseguida por cada grupo (“la vida por Perón” o “la revolución permanente”) la política nos ofrecía continentes familiares, afectivos y formativos. Estudiábamos la Historia. Leíamos y aprendíamos a los próceres: Juan Perón, Marx y Engels, John William Cooke, León Trotski, Lenin para todos y todas. Conversábamos con obreros a la entrada de las fábricas. Nos entrenábamos para soportar el dolor de la tortura. Nos amábamos y nos multiplicábamos…
…..
A pesar de aquello, en los 70 no supimos que ya sabíamos que lo personal es político. Mirado en perspectiva, en eso consistió la militancia: mientras el terrorismo de Estado tramaba nuestra conversión en cuerpos sin órganos, nosotros (ellas y ellos, porque entonces, cada uno tenía su identidad binaria de género) nos constituíamos en cuerpos de la Historia.
Ganamos las calles. Nos contagiamos la convicción unos a otras, de aula a aula, de escuela a escuela. Propiciamos y afianzamos la cultura de la solidaridad, el debate, “el compromiso”, la nobleza, la pasión en todas sus formas y otras más.
Compartimos, sobre todo, el amor a ultranza por la patria. Socialista, latinoamericana, peronista, la que fuera… Éramos cuerpos en acto de amor a la vida y a la Historia.
Por eso, la derecha decidió expulsarnos de allí, cauterizar los cuerpos, apropiarse de los hijos, aniquilar las palabras.
Lxs que sobrevivimos, ahora somos “los 70”: un colectivo amorfo que, según el folclore popular algo desquiciado en los últimos años, se columpia entre el hipismo, la guerrilla armada y cierta antropofagia bárbara y omnívora.
Me pregunto si no llegó la hora de reapropiarnos del recuerdo de aquellos cuerpos, para hacerlos relampaguear y constituirlos (y constituirnos) en el instante de peligro que nos saque, de una vez y para siempre, del letargo neoliberal.
*Gestora cultural, periodista especializada en lenguajes audiovisuales y docente de cine y literatura. Es Coordinadora de las Tecnicaturas en producción y realización de Industrias Culturales (UNPAZ), fue redactora en Tiempo Argentino, Clarín, Veintitrés, etc. Trabajó como periodista y gestora cultural en el Ministerio de Cultura de la Nación.
*Foto: Verónica Grondona Olmi
Acerca de 27 de octubre
Una revista para pensar en la coyuntura electoral los posibles comunes. Una cuenta regresiva hasta la elección. Cada día una nota escrita por amigues diferentes. En cada nota el pensamiento como potencia de lo presente. Y un punto de llegada: fuerza de rebelión y de fiesta para no quedarnos solo con lo que hay.