Gustvo Lahoud

Energía post PASO. Lo desvelado y lo ausente. Gustavo Lahoud*.

En nuestra Argentina de tantas urgencias muchas veces impostadas o hipócritamente urdidas a la luz de las sombras de la especulación financiera que campea con terrorífica maestría y ensañamiento social en la tierra de la distopía de Cambiemos, la problemática energética ha sido una de las aristas de la discusión pública que han estado ausentes o, por lo menos, adormecidas bajo la infamia del discurso de culpabilización social que, tarifazo mediante, se desató sobre vidas y bienes de buena parte de los argentinos.

El escenario electoral post PASO, con lo inesperado de la paliza popular consumada en los más de 15 puntos de diferencia a favor del Frente de Todos, permitió, cuanto menos, desvelar uno de los dispositivos más brutales del gobierno macrista. Nos referimos al tarifazo, que implicó que en más de tres años todos los usuarios de servicios energéticos fundamentales para la vida y la producción económica, transfirieran miles de millones de dólares a un conjunto de selectas empresas que se convirtieron, así, en algunos de los pocos grupos económicos ganadores del festival de endeudamiento y destrucción de la economía real que puso en marcha Cambiemos.

Ese relato abiertamente tecnocrático, liberal, aperturista, desregulador, se montó en una falacia oscura y deliberadamente planteada en el debate público, que se sostuvo en el supuesto “festival de derroche populista” que todos los argentinos habíamos protagonizado en los años anteriores. Esta dinámica demoledora, que operó sobre la vida de los argentinos, ha saltado por los aires de la inviabilidad social, luego que todo el esquema de modificación de tarifas de los servicios públicos se tornara inviable a partir del estallido devaluatorio de abril de 2018, que permitió poner sobre la mesa algo muy sencillo que estaba oculto en el debate político: el hecho de que las tarifas eran, en última instancia, la expresión de un esquema que había dolarizado los precios mayoristas de la energía. En ese proceso, la estafa del gas y el ocultamiento de los multimillonarios subsidios entregados por el Estado a un selecto grupo de ganadores para concretar esta suerte de nuevo extractivismo gasífero no convencional de Vaca Muerta, ha sido uno de los puntos fundamentales del mecanismo de transferencia.

Ahora, luego del estallido de la burbuja del festival de unos pocos, perpetrado sobre el hambre y la pauperización creciente de nuestro pueblo, con un proceso inflacionario, recesivo y brutalmente especulativo acicateado por el endeudamiento perpetuo y la “alianza” con el FMI, resulta más o menos sencillo orientar hacia la opinión pública una posición revisionista sobre el desastre tarifario, al punto que, desde el Frente de Todos y otros sectores políticos, se ha puesto sobre la mesa la crítica abierta al esquema dolarizador y se apuntó a la impostergable declaración de emergencia tarifaria en todos los servicios públicos, acompañada de otras medidas que reviertan el proceso de transferencia consumado en esta fiesta infame de la “clase ociosa plutócrata” instalada en el Estado.

Dicho esto, estimamos que es fundamental en esta etapa de posible y promisoria apertura al diálogo político, plantear algunas preguntas ausentes que remiten a ejes fundamentales de la problemática energética. Uno de esos ejes, es el que instala la pregunta urgente para enhebrar otro proyecto energético, que trate repensar la relación entre disponibilidad de y accesibilidad a la energía, mediado por dimensiones ambientales y participativas que no pueden estar ausentes y que deben internalizarse en todo proyecto energético tendencialmente igualitario. 

En efecto, la pregunta en torno a los costos reales de producción del sistema hidrocarburífero y eléctrico ha sido una de las ausencias en la narración de la ‘neolengua’ desreguladora, instalada desde los ’90 y nunca desmontada, más allá de los intentos del gobierno anterior por entronizar al Estado como asignador y distribuidor de recursos en el juego de la energía. La pregunta por los costos de producción lleva a otros interrogantes que siguen ocultos en los pliegues de un sector que acumula opacidad y falta de transparencia y que presiona recurrentemente en pos de acrecentar captura de renta hidrocarburífera y/o subsidios en gran escala. Uno de esos interrogantes refiere al proceso de formación de precios en toda la cadena de valor de los hidrocarburos. Recordemos algo: la narrativa oficial del tarifazo impuso una “verdad”, según la cual lo que efectivamente pagábamos por la energía no reflejaba los costos reales de producción; ocultando en la misma operación la problemática de los subsidios a la oferta y demanda, cuyas auditorías integrales, durante y después del último gobierno, jamás fueron parte de las imprescindibles medidas que debían tomarse para “reequilibrar” el escenario de una disputa que ha consolidado opacidad, falta de control y arbitrariedad extrema.

A su vez, hoy más que nunca, con el foco puesto en Vaca Muerta, que es escenificada como la casi única y portentosa salida disponible para una Argentina hambrienta de dólares genuinos que permitan financiar los abultados pagos del endeudamiento externo, se vuelve prioritaria la pregunta en torno a la viabilidad y efectividad de ese camino contrastada con la misma historia energética nacional que ya ha recorrido fiestas extractivistas y exportadoras que redundaron en el fortalecimiento de la dependencia estructural y la reaparición de las tradicionales crisis externas.

Es importante también plantear el interrogante sobre YPF, actor fundamental en el juego de la energía, ya que el Estado nacional y las provincias hidrocarburíferas ostentan el control del 51% de las acciones y, por ende, son parte de la dirección estratégica de la compañía. ¿Se trata de retomar el rol de YPF como empresa testigo del mercado de hidrocarburos en toda la cadena de valor? ¿Puede YPF ser parte de un esquema de transición hacia otro proyecto energético, que implique no sólo convertirla en una empresa integral de energía con el objetivo fundamental de proveer al autoabastecimiento seguro y confiable de energéticos para los argentinos, sino en un actor que pueda intervenir en forma inteligente y eficiente en un mercado oligopólico y concentrado?

Junto con ello, planteamos otro escenario de debate posible: ¿cómo encarar una transición energética que nos permita reconciliar los objetivos de disponibilidad y accesibilidad a la energía como derecho humano, como bien común, incorporando en el proceso la dimensión ambiental y territorial, así como la participación popular? ¿Es viable el camino hacia la diversificación de las fuentes de producción con la introducción de energías renovables y el logro de mayores estándares de resiliencia en el proceso de producción de la energía? ¿Puede plantearse un esquema de producción, transformación, distribución y consumo de la energía que priorice economías extractivas de escala con el horizonte Vaca Muerta por delante como un escenario sostenible y viable en la Argentina del presente y del futuro? ¿Cuáles son las alternativas en el debate sobre la transición energética? ¿Podremos plantear seriamente un triple escenario de descarbonización, descentralización y democratización en el juego de la energía? ¿Supone ello la apertura a actores, procesos productivos, innovaciones y técnicas que trabajen con la perspectiva de lograr modificaciones estructurales en las dinámicas de las escalas productivas?  Es decir, en la complejidad del entramado socio-territorial de la Argentina, ¿es factible encarar los procesos de reproducción socio energéticos a escala humana con impactos regionales específicos y que nos permitan salir de los esquemas de producción escalar?

Asimismo, ¿cómo encarar las dinámicas de integración regional energética en Sudamérica? ¿Son posibles los escenarios de complementariedad por fuentes de producción en los distintos sectores de la energía? Los proyectos de interconexión eléctrica y gasífera regionales, ¿pueden comportar mecanismos de compensación mutuamente beneficiosos y, simultáneamente, impactar en el desarrollo endógeno de nuestras regiones, antes que constituir plataformas de exportación a través de infraestructuras pensadas hacia afuera, como ha sido preponderantemente en nuestra historia?

Por último, en relación a los degradados servicios públicos energéticos: ¿qué tipos de empresas –públicas, mixtas, estatales, etc.– son las que pueden garantizar la adecuada, eficiente y sostenible prestación de servicios que, como tales, configuran derechos humanos fundamentales? ¿Qué marcos regulatorios deben pensarse en función de las experiencias vividas, con entes capturados por la intelligentsia empresarial y con un Estado bobo y/o cómplice? ¿Qué actores son centrales en los esquemas que se propongan: usuarios, trabajadores, Estado, empresas? Asimismo, el escándalo de la mentirosa tarifa social impone otra demanda: ¿es posible pensar en esquemas de acceso universal a la energía, que aseguren precios justos para la cobertura de suministros de electricidad y gas que son necesarios para el mantenimiento de una calidad de vida digna y que impidan la reproducción lacerante de “pobres energéticos” desconectados de la trama social y la financiarización usuraria desatada sobre sus propias vidas?

En definitiva, entre lo que ha quedado desvelado, desde la misma noche del terremoto electoral tempranero de las PASO, y todo aquello que debemos y podemos instalar en el debate público de la energía en los tiempos que se vienen, nos debemos una estrategia colectiva para cerrar paso a  humillación, estigmatización y miseria, que esta administración ha impuesto sobre la comunidad argentina, que hoy ha sido “desconectada” de la posibilidad de una vida digna en múltiples planos y del disfrute del derecho humano a la energía.       

*Magíster en Defensa Nacional (Escuela de Defensa Nacional), docente, especialista en geopolítica de la energía, autor de Contra el tarifazo (90 Intervenciones, en Red Editorial)


Acerca de 27 de octubre

Una revista para pensar en la coyuntura electora los posibles comunes. Una cuenta regresiva hasta la elección. Cada día una nota escrita por amiges diferentes. En cada nota el pensamiento como potencia de lo presente. Y un punto de llegada: fuerza de rebelión y de fiesta para no quedarnos solo con lo que hay.

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