Bruno Napoli

Un partido golpista. Bruno Napoli*

Una de las acusaciones más comunes al peronismo, y que intenta bajarle el precio a la historia cultural de ese amplio movimiento político, es la capacidad de sus dirigentes para “la rosca”: esa inveterada negociación de trastienda con los candidatos de turno, cada cual con una promesa distinta, para luego terminar en el lugar y momento correctos, y todos unidos (triunfaremos) detrás del ganador.

Una de las aseveraciones más comunes sobre radicalismo, y que intenta subirle el precio a la historia política de ese amplio partido, es su republicanismo y su defensa de las instituciones democráticas; defensa dilatada y confirmada en el tiempo por las formas más ordenadas de su discusión interna, los desenlaces de su propia armonía, y su verborragia al respecto.

Es sintomático que tanto la acusación a unos, como la aseveración sobre los otros confirmen tan claramente una ordenadora idea de la psicología: cuando hablamos del otro hablamos de nosotros.

Pero más acá de los misticismos, la historia argentina dice otra cosa: los peronistas jamás asumieron las riendas del Estado producto de fraudes electorales o golpes militares, ni tejieron alianzas con “la vaca ganadora de la rural” para asegurarse un lugar en algún gobierno de turno. Ajustaron sus deseos de ubicuidad –no les va mal a esos gorditos, diría el más peronista de los radicales– a la voluntad democrática y al voto. Y si no terminaron algún mandato, fue por un golpe militar, mas allá o acá de la propia impericia (que siempre se dejó ver en sus partenaires de boina blanca).

En cambio, los hijos de Além (y sus nietos, bisnietos y choznos) son prácticos partidarios de las componendas, de la anulación de voluntades populares por gobiernos de facto y de alianzas conservadoras. Apoyaron golpes de Estado de toda calaña: los radicales antipersonalistas contra Hirigoyen (1930); el partido entero contra Perón (1955); el partido al medio contra Frondizi (1962); otro tanto contra Isabel Perón (1976). Se aliaron a lo más rancio del conservadurismo local para gobernar sin culpa durante la década infame, ganando las elecciones de 1938 por fraude electoral. Y ganaron otras dos elecciones con su principal rival proscripto.

Sin embargo, las alianzas que tejieron, las prohibiciones usufructuaron y los golpes que apoyaron, terminaron siendo un lastre para sus gestiones y se les volvieron en contra. Ajustaron sus deseos de gobierno a democracias restringidas desde 1930, o por fraude o por proscripción. Su historia entre 1930 y 1983 es la de un partido golpista y del contubernio. Fue tal el peso de sus propios acuerdos (restrictivos para la democracia) que los muchachos del comité no terminan un mandato constitucional de voluntad popular desde 1928 a la fecha. H. Yrigoyen fue depuesto por un golpe de Estado en 1930. El gobierno radical elegido por fraude electoral en 1938 terminó depuesto por otro Golpe de Estado en 1943. Frondizi, que ganó con el peronismo prohibido, depuesto en 1962. Arturo Illia, electo también con el peronismo prohibido, depuesto por golpe de Estado en 1966. Alfonsín, sin dudas legítimo ganador de 1983 con todas las de la ley, adelanta su final y termina 6 meses antes su mandato por impericia económica agravada. Y Fernando De la Rúa, luego del asesinato de 39 personas en las calles durante las manifestaciones en su contra, renuncia al cumplir solo dos años de mandato. En la breve meritocracia de las estadísticas, los peronistas han logrado al menos ganar y terminar más mandatos constitucionales sin esas componendas ni restricciones: Perón 1946-1952; Menem dos mandatos seguidos y terminados 1989-95/95-99; Néstor Kirchner 2003-07; y Cristina Fernández con dos mandatos seguidos y terminados entre 2007-11/2011-2015. Si los radicales no terminan sus mandatos desde 1928, no ha sido por los peronistas, como vimos aquí, sino por sus propios socios, sus aliados y, sobre todo, por las democracias restringidas que generaron, pues siempre esas restricciones se vuelven en contra del que gobierna. Y esas restricciones pueden ser políticas o económicas o ambas a la vez. Pero siempre es un perro que se muerde la cola.

Al presente, los radicales junto a un grupo de comisionistas del mundo de los negocios y de la evasión fiscal internacional, realizaron una alianza política conservadora (otra vez) para acceder al gobierno luego de 14 años, y luego del tendal de asesinados y endeudados que dejaron en 2001 con el gobierno de la Alianza. Hecho el contubernio con los formadores de activos en el exterior (lo que se conoce como “fuga de capitales”) los radicales volvieron al gobierno en diciembre de 2015.

En el momento de escribir esto y rumbo al 27 de octubre, llevan casi 4 años de gobierno y están a 3 meses de terminar un mandato completo luego de 91 años (aunque nunca se sabe…). Este gobierno PRO-UCR ya se inmortalizó (desde el comienzo) en medidas económicas absolutamente inviables, desfinanciando el Estado y generando otra vez una deuda al erario público sin precedentes en la historia argentina. Casi 4 años y mucha ayuda de empresarios, políticos y sindicalistas que han recibido su parte, como una Compañía que reparte dividendos y no reinvierte. Ahora La Compañía llamó a concurso de acreedores, anunció la quiebra y está por irse; pero no se desarma. Pesó, como pocas veces entre los socios de la Compañía, el fantasma del coitus interruptus de los radicales cada vez que gobiernan, y esta vez quieren, al menos, terminar. Algunos socios de la Compañía agitaron el fantasma como un signo estigmatizante para con los primos peronistas: “los peronistas nunca dejan terminar un mandato a los radicales”. Como hemos visto con un simplísimo recorrido de datos históricos, los golpistas, fraudulentos y transeros no fueron exactamente los peronistas en la historia política argentina. Y si los radicales no terminan un mandato hace 91 años, no es por los muchachos de la unidad básica. Parece que cuidar las formas y no las personas, agitando el fantasma, funcionó, incluso entre los peronistas, que no hicieron nada para parar esta sangría. Este fantasma cuidó casi hasta el final la imagen de La Compañía, que seguirá facturando con cambio de firma pero los mismos socios, a pesar del hambre, la deuda y los muertos que dejan; y se van hechos y satisfechos, “en honor de las instituciones”. Por otro 17 de octubre más 10.

*Historiador, docente, autor de En nombre de Mayo (Milena Caserola), coautor de La dictadura del capital financiero (Autonomía – Peña Lillo)


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Acerca de 27 de octubre

Una revista para pensar en la coyuntura electoral los posibles comunes. Una cuenta regresiva hasta la elección. Cada día una nota escrita por amigues diferentes. En cada nota el pensamiento como potencia de lo presente. Y un punto de llegada: fuerza de rebelión y de fiesta para no quedarnos solo con lo que hay.

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