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Por Ariel Pennisi | Cada uno de estos interrogantes puede explicar una parte de un todo que no es coherente, ni necesariamente estable y que, en algún punto, no es un todo.
¿El dato más importante es el ausentismo (el más grande desde la vuelta de la democracia)? El número de personas que no fue a votar supera al número de personas que votó al oficialismo ganador*. ¿Eso significa que hay un porcentaje muy alto de quienes la pasan mal que prefieren no votar? Es decir, ¿que no consideran válida ninguna alternativa o que no consideran a las elecciones y, en el fondo, a las instituciones como una alternativa para resolver su situación?
Nuevamente: el hecho de que haya habido semejante volumen de ausentismo, ¿es un indicio de que la oposición cuenta con un techo bajo y no talla como alternativa? Hay un punto en que el descrédito del sistema democrático formal se confunde con la ausencia de alternativas políticas.
Hay datos muy duros sobre la situación de endeudamiento de una parte de la población con la tarjeta de crédito. Hay quienes se endeudan para compra de alimentos. Economías muy frágiles expuestas al más mínimo cimbronazo. ¿Primará el temor a un cambio muy brusco del escenario por un gobierno alicaído? Algo así como las personas atadas al consumo en cuotas en la década del 90, en un contexto de desocupación creciente. La mayoría de entonces prefirió sostener ese régimen, sin necesariamente apoyarlo (ni ideológica ni moralmente).
La relación de la población con los productos importados no es homogénea. Existen sectores medios que aprovechan para tener una vida de consumo acorde a su imaginario, mientras que hay sectores populares para los cuales la posibilidad de contar con productos importados a menor costo que los productos locales les permite comerciar y así obtener un ingreso.
Un caso (es decir, la muestra más chica posible): una mujer joven del conurbano profundo utiliza los importados chinos, que consigue gracias a la apertura indiscriminada, para uno de sus trabajos (complementa trabajo en casas particulares con un emprendimiento en decoración de salones para eventos), lo que le permitió no tener que ir a comprar productos a ferias como La Salada. El día que, por la necesidad de un producto que no conseguía importado, tuvo que volver a La Salada, le robaron cuando volvía a la parada del colectivo. Es decir, que la política de apertura le resolvía su economía, pero también, en parte, su seguridad. ¿Se puede llamar a eso estar de acuerdo con un gobierno? ¿o se trata de sobrevivir?
En un escenario gobernado por el corto plazo y la ausencia de horizontes de sentido como país, sociedad o colectivo, las tendencias no repercuten en la lectura que las personas hacen de la situación. De modo que las inconsistencias del plan económico, los riesgos de todo tipo de mediano y largo plazo difícilmente formen parte siquiera de las conversaciones de las mayorías. Nadie cambia de un día para otro… y como se vive de un día para otro, nadie parece querer cambiar. ¿Queda directamente fuera del radar el horizonte?
Un detalle, aunque no menor: en la elección del 7 de septiembre de la provincia de Buenos Aires votaron los extranjeros habilitados -sumaron 1.015.503 en las elecciones de septiembre-, que representan 7,06% del total. En ese caso, lo hicieron en alrededor de un 90% a favor del peronismo, de modo que formaron parte de la abultada victoria de Fuerza Patria. Esta vuelta, no estaban habilitados para votar por tratarse de elecciones nacionales, ¿se puede afirmar, entonces, que ese voto hubiera modificado, si no el grueso del resultado, al menos el color del declarado ganador en la provincia?
¿Vivimos en una trampa? Más allá de la resonancia ideológica y programática del gobierno actual con el período menemista, se huele un tufillo a realidad atada con alfileres. En ese sentido, el temor a la caída del gobierno a partir de una derrota electoral pudo haber operado, aunque es muy difícil decir en qué porcentaje. La intervención de Estados Unidos fue gravitante, pero no como entonces. Si, durante el apogeo de Menem, se construyó cierta mística a partir de las “relaciones carnales” con Estados Unidos, como parte de una alianza modernizadora y, sobre todo, a partir de la convertibilidad y la sobreidentificación de una parte importante de la población con el dólar, no es eso lo que ocurre hoy. Esta vez, se trata de un “salvataje” enunciado con tono amenazante. Ya no es un futuro prometedor, ni un sueño americano que podríamos hacer nuestro, sino el temor a perder más aún. Más allá de la intervención del Tesoro norteamericano para contener al dólar (¿a cuánto se hubiera ido sin ese apoyo?), la comunicación de Trump fue clara: si el gobierno no ganaba se quedaba sin espalda.
La construcción de un escenario de derrota en la previa de las elecciones, ahora vuelve como efecto sorpresa. Todo un shock simbólico. Pero en realidad, al gobierno le fue parecido (de hecho, un poco peor) al macrismo en 2017. Sólo que, por entonces, Macri no tenía a sus espaldas un gobierno tan flojo como el del Frente de Todos, de hecho, tuvo que inventar el cuento de la “pesada herencia”. El último gobierno de Cristina había dejado flancos débiles y varias cuentas pendientes, pero visto desde ahora, sus números de gestión eran claramente mejores. Se cumple el hecho de que cada vez que se desciende, las recuperaciones no logran compensar lo perdido para los sectores populares. Y las discusiones también descienden. ¿Tiene más peso el antiperonismo que reacciona o el posibilismo progresista que renuncia a confrontar y a interpelar?
Finalmente, el recuerdo del gobierno fallido del Frente de Todos está fresco. La inflación, los vaivenes de la pandemia, los vicios propios del peronismo territorial cuando está en el poder… El gobierno, que había generado expectativas en 2023, ya no las genera, sacó algo más de 15 puntos menos que en aquella elección. Sólo conjeturando, se podría decir que esta vez, sin la necesidad de generar expectativas a futuro, le bastó con generar la expectativa de no volver al pasado. Y, por cierto, la oposición peronista se comporta del mismo modo siendo oposición que cuando fue gobierno. Con las mismas consignas, las mismas internas y la misma incapacidad para percibir la filigrana de las vidas precarias.
Tal vez, no sea posible dar un sentido integrador a lo sucedido. Un poco de aquí y un poco de allá no hacen a un “todo”. Al parecer, es algo enloquecedor para nuestra voluntad analítica no poder integrar todo en algo parecido a un sentido coherente, aunque se tratara de la conclusión menos deseada. Hay algo de la diversidad de razones mínimas, prácticas y contingencias que se nos escapa. Y, si bien, unas condiciones semejantes no nos eximen de análisis ni vuelven imposible forjarse alguna mirada (ejercicio, por demás necesario), cabe preguntarse por la fragmentación y la liquidez (significante que lleva casi treinta años en libros y análisis), por la segmentación extrema de los comportamientos.
Este punteo queda abierto para colaboraciones de quienes puedan aportar más datos y reflexiones en virtud de que deseen seguir pensando en el umbral de un presente esquivo.
Notas:
*El padrón nacional contaba con 36.477.204 votantes habilitados para las elecciones legislativas de 2025. Los votos acumulados a nivel nacional por La Libertad Avanza 9.341.798 votos.
11.459.000 personas no fueron a votar, esto implica un ausentismo de poco más del 32% (votaron 24.264.000 personas).