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Se nos fue un maestro sensible, intransigente, elegante. Una referencia para ubicarnos en un tiempo que desubica. Paolo Virno, militante marxista de semblante singularísimo, no esperó a cumplir su pena como preso político del fascismo de siempre, para bosquejar una obra a la que dedicó su vida. Materialista radical, asumió que, en una etapa en que el capital –como respuesta a la rebeldía de una joven generación de trabajadores contra la disciplina fordista– moviliza las capacidades humanas genéricas (cognitivas, afectivas, cooperativas) para engendrar nuevas y más sofisticadas formas de explotación, debía elaborar una suerte de antropología filosófica a la altura del nuevo desafío. Nunca se trató de un “gusto” intelectual, ni mucho menos de una dialéctica sofisticada, sino de una necesidad. Sus libros son bien complejos: exhaustivos y rigurosos, ricos en descripciones y figuras que ayudan a pensar nuestra época, imaginativos políticamente y, seguramente sin proponérselo, encierran algo de su semblante. Nos legó, entre otras cosas, la preocupación por las posibilidades subversivas que se ciernen en la ambivalencia de las vidas precarizadas, ahí donde el estropicio del capitalismo rentístico y rapaz hace su trabajo de zapa. Amante del encuentro festivo, de la discusión horizontal, deslumbrante como profesor, sencillo y afectivo para la conversación. Bastaban una pizza, una birra y una sigaretta para que la pasión del pensamiento tomara la escena.
En Argentina fue publicado y leído, aunque siguen pendientes lecturas y apropiaciones de núcleos decisivos de su obra, tal vez, de sus zonas más áridas. Caben mencionar sus primeras traducciones en nuestro país, por parte de Colihue, Tinta Limón y Cactus, luego Paidós, Fondo de Cultura Económica, La Marca… Desde Red Editorial, junto a la editorial española Tercero Incluido, lanzamos la Biblioteca Paolo Virno, que lleva cuatro títulos publicados y dos más en proceso.
Deseamos encontrarnos con quienes hayan percibido algo imprescindible al leerlo o escucharlo, algo que hace de su compañía (la de sus palabras y gestos) un motivo de entusiasmo para la lucha que nos toca. Tal vez, como ocurre con la amistad, el amoroso encuentro con la rareza propia y ajena, el desafío de lo excedentario es la justeza. En el momento justo, con el tono justo, habremos de encontrarnos.