“Todo partido es totalitario en germen y aspiración”, escribe Simone Wail en1940. ¿Y sus palabras resuenan en el presente como un antídoto contra la posverdad, esa forma de designar la exaltación de la toma de partido por sobre cualquier evidencia. Wail se reclama pensadora de una sola verdad, aun a condición de no saberla. Una sola verdad y una sola justicia, que cada sujeto puede reconocer sin necesidad de representación alguna. Por contraste, detecta en los partidos políticos el dispositivo capaz de fundir a cada miembro con su insignia para auto conservarse y engordar ilimitadamente. Original y precursora, tan compañera de los oprimidos como demoledora de la izquierda partidaria, Wail arroja sobre nuestros días una luz oscura, cargada de furia y de fe. La acción colectiva y la diferencia real son pensables, propone, ahí a donde hay apuesta y tragedia. Es decir, donde un espíritu se abre a la verdad.
Nota sobre la supresión general de los partidos políticos
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Weil, Simone
Nota sobre la supresión general de los partidos políticos / Simone
Weil. – 1a ed adaptada. – Vicente López : Mariano Ariel Pennisi, 2017. 90 p. ; 21 x 14 cm. – (90 Intervenciones ; 1)
ISBN 978-987-42-7836-4
1. Acción Política. 2. Análisis Filosófico. 3. Crítica. I. Título.
CDD 190
Disponibilidad: 7 disponibles
Peso | 0.15 kg |
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Dimensiones | 2 × 22 × 30 cm |
Cronología
Por Alejandra González
1909, 3 de febrero. Nacimiento de Simone Adolphine Weil en París, segunda hija, luego de André su hermano tres años mayor, de madre agnóstica y de padre ateo. Educación naturista y deportiva fuera de los ámbitos institucionales.
Empiezan los trastornos alimentarios.
1912. La familia sigue al padre transferido como médico del ejército francés, quien itinera por diversas ciudades.
1919. Ingresa al Liceo Fenelon. Disparidad en el rendimiento escolar. Funda con sus compañeras una asociación para “deshacer entuertos”. Siguen los fuertes dolores de cabeza y los trastornos alimentarios.
“No echaba de menos los éxitos exteriores, sino la imposibilidad de acceso a ese reino trascendente, en el que habita la verdad y en el que sólo las personas auténticamente grandes entran. Preferiría morir a vivir sin esa verdad”
1925. Aprueba el ingreso al bachillerato, estudia con Alain, cuyo verdadero nombre era Emile Auguste Chartier.
Colabora en cursos de educación para ferroviarios.
…. ¿En qué consiste la situación del pueblo? En que hay una clase de personas que tiene en sus manos todas las riquezas que la humanidad ha creado mediante su trabajo, ya sean objetos fabricados o conocimiento. Esta clase dispone de medios de acción inmensos y complicados, que abruman la imaginación, como aviones, telecomunicaciones, fábricas formidables. Dispone de conocimientos no menos abrumadores, tanto que cada científico se ve obligado a escoger, para su trabajo, una pequeña parte que constituye su especialidad. ¿Cuál es la participación del pueblo en todo esto? La participación en las riquezas que le deja la clase dirigente consiste en hacerlas productivas mediante su trabajo, la participación que tienen la ciencia consiste en creer lo que pronuncia la elite de las personas competentes. ….
Aquí no se dirá nada que sean obligados a creer…
1927. Trabaja en faenas rurales en Normandía, en la casa del agricultor y filósofo Lettelier.
1928. Aprueba el ingreso a la Escuela Normal Superior. Escribe los esbozos de su teoría del trabajo, que son publicados por Alain, en la revista que dirige.
1929. Trabaja en el campo, en casa de unos familiares en el Jura. También participa durante unos meses de la vida de los pescadores.
Hay organizaciones en la vida de la sociedad que, al estar como encerradas en sí mismas, no tienen otro objetivo que existir, y existir cuanto más mejor. Tales son las iglesias, tales son los partidos, tales son, de la manera en que se entienden en nuestros días, las patrias. Para una iglesia, el fin supremo es extenderse; para un partido, tener poder. Y el fin, puesto que iglesias y partidos están compuestos por hombres, es dirigir toda la acción de esos hombres hacia la iglesia o el partido, transformarlos, de manera que no sean ya más que creyentes, hombre de partido, y no los hombres que ellos se esforzaban en ser…
1931. Se diploma con una monografía sobre “Ciencia y percepción en Descartes” e inicia su primera cátedra en el liceo de señoritas de le Puy.
1932. Como consecuencia de su participación en una manifestación por los desocupados, las autoridades educativas la transfieren al liceo de Auxerre. Convive con una familia obrera alemana. Escribe sobre la Alemana nazi.
Aunque el partido hitleriano niega la lucha de clases y utiliza a menudo sus tropas de asalto para romper las huelgas, también puede perfectamente publicar artículos de extrema violencia a favor de una huelga, lanzar consignas que implican una encarnizada lucha de clases o tratar a los reformistas de traidores… En cuanto a los socialdemócratas, hay entre ellos y el partido nacionalsocialismo un punto en común, que es importante: el programa económico. Para ambos el socialismo no es más que la dirección de una parte más o menos considerable de la economía por el Estado, sin transformación previa del aparato estatal, sin organización de un control obrero efectivo, es, en consecuencia, un simple capitalismo de Estado. Sobre esta comunidad de ideas se basa la tendencia hacia un gobierno que se transformaría en un engranaje esencial de la economía, apoyándose a la vez en los sindicatos socialdemócratas y en el movimiento nacionalsocialista.
1933 Por su participación en una marcha de mineros, esta vez la transfieren al liceo de Roanne. Funda una protouniversidad obrera para los mineros estudiantes en Saint Etienne. Recibe varias amonestaciones por parte del Ministerio de Educación.
Decide no afiliarse al Partido Comunista Francés.
Escribe artículos críticos contra los partidos y los sindicatos. Cambia de sindicato, sin buena recepción.
Apoya a los refugiados alemanes y a las minorías comunistas de oposición.
Conoce a Trotsky y lo esconde en su casa. Discute arduamente con él, y anota sus palabras.
Es usted completamente reaccionaria.
Los individualistas (demócratas, anarquistas) no defienden jamás integralmente al individuo (no es posible), sino que combaten solamente lo que estorba a su individualidad.
El proletariado ruso sigue todavía al servicio del aparato de producción. Algo inevitable hasta que Rusia alcance a los países capitalistas. Revolución de Octubre equivale a una revolución burguesa.
…Tiene usted un espíritu jurídico, lógico, idealista.
(Usted es el idealista, que llama clase dominante a una clase dominada.)
¿Y por qué duda usted de todo?
1933-1934 Escribe Reflexiones sobre las causas de la opresión y la libertad que nunca pública.
Se retira de toda actividad partidaria institucional.
La fuerza y la opresión son dos cosas. Pero hay que comprender ante todo que no es la forma en que se usa cualquier fuerza sino su naturaleza misma lo que determina si es o no opresiva. Es lo que Marx percibe claramente en lo que respecta al Estado. Comprendió que esta máquina de triturar hombres no puede dejar de triturar en tanto funcione, sean cuales fueren las manos en que esté.La organización de los cambios en la producción se convierte en monopolio de algunos dirigentes desde que ésta alcanza un cierto grado de complicación, y la primera ley de la ejecución es entonces la obediencia.
1934. Deja la docencia y trabaja como operaria en la Alsthom Electrical Works en París.
Mucho mal ha surgido de las fábricas, y hay que corregirlo en las fábricas. Es difícil, pero tal vez no es imposible. En primer lugar, sería necesario que los especialistas, ingenieros y otros, se empeñasen suficientemente no sólo en construir objetos, sino en no destruir a los hombres. No hacerles dóciles, ni tampoco hacerlos felices, sino solamente no obligar a ninguno a envilecerse.
1935. Trabaja en la fábrica de Carnaud y Foges, en Billencourt, como estampadora, y luego como fresadora, en Renault de Boulogne.
Escribe sobre sus experiencias laborales y elabora su teoría del trabajo.
Trabajamos a destajo, las normas son duras, como es normal en tiempo de crisis, nada en mi vida pasada me había preparado para este tipo de esfuerzos y el troquelado es, creo, una de las cosas más duras entre los trabajos de las mujeres. Todavía estoy muy lejos de alcanzar los estándares de producción establecidos, que son muchas veces rigurosamente imposibles,…. Lo paso aún peor que lo normal, es que estando aquí, como estoy, para observar y comprender, no puedo procurarme ese vacío mental, esa ausencia de pensamiento indispensable a los esclavos de la máquina moderna.
1935, en setiembre viaja con sus padres a España y Portugal, y se conmociona frente a una procesión de pescadores: concibe al cristianismo como una religión de esclavos.
Escribe sobre la relación fuerza, necesidad y participa en las marchas obreras.
1936. Se une al frente republicano en la Guerra civil Española, en la columna Buenaventura Durruti, grupo unido a un sindicato anarquista de Aragón. A las pocas semanas, tiene un accidente y se quema con aceite hirviendo cuando está trabajando en la cocina. La cura su padre en Stiges.
Una atmósfera así borra el objetivo mismo de la lucha. Pues no se puede formular el objetivo más que reconduciéndolo al bien público, al bien de los hombres, y los hombres tienen un valor nulo. En un país en que los pobres son, en su gran mayoría, campesinos, el mayor bienestar de los campesinos debe ser un objetivo esencial para todo grupo de extrema izquierda; y esta guerra fue tal vez, ante todo, al principio, una guerra por la repartición de tierras. Y bien, esos míseros y magníficos campesinos de Aragón, tan dignos bajo las humillaciones, no eran para los milicianos siquiera un objeto de curiosidad. Sin insolencias, sin injurias, sin brutalidad –al menos yo no vi nada de eso, y sé que robo y violación eran merecedores , en las columnas anarquistas, de pena de muerte – un abismo separaba a los hombres armados de la población desarmada, un abismo semejante al que separa a los pobres de los ricos. Se sentía en la actitud siempre algo humilde, sumisa, temerosa de unos, en la soltura, la desenvoltura, la condescendencia de los otros.
1937. Resuelve pedir licencia en el año 37 de sus actividades docentes por motivos de enfermedad. Viaja a Italia en primavera y en Asís, donde se acerca al cristianismo.
1938. Enseña en el liceo de Saint Quentin, en una ciudad obrera cercana a París. Pide otra licencia por enfermedad.
Escribe sobre política internacional y colonialismo.
Con vergüenza y dolor yo, una joven francesa que jamás ha dejado Europa, me dirijo, por medio de este periódico, a los indochinos. Mi dolor y mi vergüenza vienen de lejos. De hace más de cinco años. Desde hace más de cinco años que no han dejado de pesarme en el corazón. … Desde entonces, jamás he podido pensar en Indochina sin avergonzarme de mi país. Incluso hoy que tenemos un gobierno del Frente popular.
1938. Otro momento extático en la abadía benedictina de Solesmes.
1939. Permanece durante seis meses de vacaciones con su familia. Al iniciarse la guerra, regresa a París. Lee el Bhagavad Gita.
1940. Va con su familia a Vichy y después a Marsella donde escribe en la revista Cuadernos del Sur. No la aceptan como docente probablemente por su condición semita, aunque ella escribe a las autoridades dando cuenta de sus escasos vínculos con el judaísmo.
1941. Estudia sánscrito. Conoce a J. M. Perrin, sacerdote dominico que la ayuda a encontrar trabajo en una granja con el escritor católico Gustave Thibon. Participa de la vendimia.
Deja sus papeles a Thibon.
Decide no bautizarse.
El final del libro de Job y los primeros versos que pronuncia Prometeo en la tragedia de Esquilo muestran una misteriosa relación entre el dolor y la revelación de la belleza del mundo. …Naturalmente, la alegría es también una manera que tiene la belleza de metérsenos dentro, aún las alegrías más vulgares, siempre que sean inocentes.
1942. Pasa dos semanas en un campo de refugiados en Casablanca. Luego parte a New York. En Estados Unidos, milita por la situación de los negros.
Le presenta un proyecto a De Gaulle para sumarse a las labores de la resistencia francesa: enfermeras que en paracaídas caen en las primeras líneas para atender a los heridos de ambos bandos. El proyecto es rechazado por De Gaulle como una locura.
En noviembre, parte a Liverpool luego de quedar retenida en un campo de detención. Escribe informes para la organización de Francia Libre en Londres que luego agrupa en Raíces del existir.
1943. En abril ingresa a un hospital donde se le diagnostica tuberculosis, pero se niega a alimentarse más que con las raciones que comen los refugiados.
El 24 de agosto muere en Kent, Inglaterra.
Palabra de Autor
Desterrar los partidos políticos
André Breton (Combat N° 1803, 21 de abril de 1950)
En los días más sombríos de 1940, cuando la conciencia y la moral de este país llegaban al nivel más bajo, el análisis siquiera sumario de los acontecimientos ponía en evidencia la ausencia de partidos políticos. Cabía afligirse, sin lugar a dudas, por el silencio, e incluso la actitud ambigua, que presenciaban quienes, en décadas anteriores, habían sido considerados los maestros de la inteligencia; en ellos, la valentía no se mostraba a la misma altura. Pero si alguna otra cosa podía considerarse ridícula, eran las luchas de “doctrinas” a las que se había dado crédito antes de la catástrofe y de las que daban sórdido testimonio en las paredes algunos restos de carteles electorales.
¡Era necesario que a la rutina le crecieran los dientes!
¿Qué había ocurrido con todas esas convicciones siempre dispuestas a expresarse con intemperancia? Se produjeron las evoluciones más inverosímiles: el “nacionalismo integral” del hombre “del cuchillo de cocina” pasó al servicio de la colaboración; a los estalinistas, el pacto germano-soviético los había convertido momentáneamente en la parte más fornida de la quinta columna; el partido socialista se escindía y ponía en evidencia a algunas figuras inquietantes; el radical-socialismo, que a falta de otra cosa mejor, se había jactado como firme soporte de la Tercera República, se bamboleaba de escollo en escollo como una boya borracha. Si volvieran días mejores que aquellos vividos entonces, se podría asegurar que nos liberaríamos de esas categorías luego carentes de sentido.
¡Era necesario que a la rutina le crecieran los dientes para que hoy estemos como estamos! El juego de las instituciones, a las que nadie se ha atrevido a acusar con rigor, restituyó en el poder a la mayoría de los hombres de antes de la guerra, sin olvidar a los más desacreditados entre ellos. La Resistencia –la auténtica: es decir, la nacida del rechazo individual a la opresión, y no de la obediencia a una consigna dada tardíamente por un grupo, la única de la que se podía esperar el restablecimiento necesario– no tardó en desmembrarse artificiosamente y, como tal, a partir de ahora, ya no tiene ni voz ni voto. Ya sin esbozo, se disponen a rehabilitar a los traidores. Mal que bien, los globos radicales se han vuelto a inflar. Un socialismo cada vez más vegetativo no tiene, ni siquiera a los ojos de sus simpatizantes, posibilidades de sobrevivir a la pérdida de su principal líder. Las únicas novedades de posguerra, con capacidad de modificar la imagen anterior que el observador podía hacerse de la opinión, consisten, por un lado, en el empuje de un M.R.P que representa una intromisión de la Iglesia en el Estado y, por otro, en el hecho de que, con su último disfraz, como los estalinistas ha recuperado teóricamente por su cuenta buena parte de los eslóganes de la extrema derecha, el hemiciclo parlamentario podría dar paso ventajosamente a una rotonda en al que los antiguos extremos se comunicarían.
La primera garantía
La absurdidad y la estupidez que resultan, despreocupadamente, de la afiliación a los partidos son hoy incomparablemente más evidentes que nunca. Por otra parte, basta con que uno de ellos se haya especializado en los virajes de 180 grados para dejar a los demás en una condición detestable. ¿No habrá en la estructura de todo partido político una anomalía embaucadora, un vicio fundamentalmente perjudicial para el hombre? Hay diversos espíritus que, considerándose ilustrados, cada tanto se dan cuenta de esto. En el encuentro que tuvo lugar el año pasado en Pleyel sobre el tema “Internacionalismo del espíritu”, tuve ocasión, en su presencia, de recordar que Albert Camus veía en la no pertenencia a cualquier especie de partido la primera garantía que se debería exigir a aquellos que, a través de un largo y apasionado intercambio de opiniones e ideas, creen que todavía es posible dar con un remedio para el mal actual. Se entiende, de hecho, que cuanto más fuerte es la disciplina en el interior de un partido, más tienden a estereotiparse y anquilosarse las ideas que lo guían. Podemos remitirnos a las páginas maestras en que Jules Monnerot, en su importantísima Sociologie du communisme, muestra cómo semejante partido se apodera del “ideal del yo” para utilizarlo en favor de su propia socialización.
Contra el servilismo
Pero el testimonio efectivamente decisivo, el más definitivo sobre este tema, se encuentra en una comunicación de Simone Weil, publicada en el número 26 (febrero de 1950) de La Table Ronde, con el título de: “Nota sobre la supresión general de los partidos políticos”. Esas páginas, en cada punto admirables por su inteligencia y su nobleza, constituyen un llamamiento inapelable contra el crimen de dimisión del espíritu (renuncia a sus prerrogativas más inalienables) que el modo de funcionamiento de los partidos trae aparejado. En él se hace justicia, de una vez por todas, sobre una de las peores aberraciones del momento, a saber, que para el mayor número “el móvil del pensamiento ya no es el deseo incondicionado, no definido, de la verdad, sino el deseo de conformidad con una enseñanza establecida de antemano”. Sería muy deseable que esta “Nota” se publicara aparte y recibiera la mayor difusión. Contra el mantenimiento del servilismo y las formas agresivas que éste desarrolla, ya es hora de que se pronuncien aquellos que estiman, con Simone Weil, que “la supresión de los partidos sería un bien casi puro”. Está demás aclarar que tal supresión (y por eso prefiero la expresión “destierro”) no puede resultar, sin su absoluta desnaturalización, de un abuso de autoridad; sólo se puede concebir al término de una empresa bastante larga de desengaño colectivo. Mientras tanto, se puede esperar al menos que las próximas consultas electorales vuelvan a poner en vigor un modo de escrutinio que ya no perjudique sistemáticamente al candidato que se considera responsable ante sus electores, en provecho del que no debe rendir cuentas más que a su partido –y con mayor razón cuando es un partido cuyos dirigentes titulares se limitan a ejecutar unas órdenes recibidas de muy lejos.