Episodio XCIV

 

La revuelta chilena nos contagia y con el entusiasmo nos interpelan las paradojas que encuentra. Destituir a la derecha neoliberal de los lugares clásicos de la representación y, al mismo tiempo, afrontar el desafío de no volverse una versión más de la institucionalidad vigente. ¿Qué capacidad de mutar encontrará Octubre? ¿Serán capaces las capturas de la hora de apagar esa vitalidad? ¿Qué tensiones se establecerán entre la acción constituyente y los poderes fácticos (otro tipo de acción)? Ni la ingenuidad ni la resignación están invitadas a los textos que generosamente nos ofrecen Raúl Zibechi, Sofía Esther Brito, Rodrigo Karmy Bolton, Rodrigo Aguilera Hunt y Macarena Andrews Barraza.

 

 

Chile: la convención constitucional puede ser la tumba de la revuelta

Raúl Zibechi*

 

La derecha pinochetista fue derrotada, ya que no consiguió el tercio de la convención constitucional necesario para bloquear cambios. Una derrota que comenzó a fraguarse hacia 2000, con la resistencia empecinada del pueblo mapuche y luego las luchas de los estudiantes secundarios. A partir de octubre de 2019, el pueblo chileno decidió enterrar la herencia de Pinochet con una multitudinaria revuelta. Los partidos de la antigua Concertación que gobernó Chile desde el fin de la dictadura, también salieron mal parados, al obtener sólo 25 escaños bajo el lema Unidad Constituyente, frente a los 37 de la derechista Vamos por Chile. La izquierda consiguió 28 escaños en un muy buen desempeño. Los pueblos originarios tenían asignados 17 puestos, los independientes consiguieron nada menos que 48 escaños y se alcanzó a la paridad entre varones y mujeres.

Sabemos quiénes perdieron, pero no es sencillo saber quiénes resultaron vencedores. En primer lugar, debe constatarse una elevada abstención, ya que votaron sólo 42.5 por ciento de los inscriptos, cifra que cae hasta 21 por ciento entre los mapuches. Puede argumentarse que la pandemia no favoreció el voto, pero lo cierto es que la deserción de las urnas viene creciendo en la última década y media. La segunda cuestión es que, si bien la derecha pinochetista no tiene poder de veto, sí lo tiene la suma de ésta con la ex Concertación, integrada básicamente por socialistas y democristianos que han apoyado el modelo neoliberal extractivo. Juntos superan el tercio de los votos para impedir cambios.

En tercer lugar, la revuelta en Chile no fue para conseguir una nueva Constitución, sino para poner fin al modelo neoliberal. Desde que las negociaciones cupulares abrieron esa posibilidad, argumentando que con la nueva Constitución caerá el modelo, la movilización comenzó a desgranarse. Si bien entre los 155 miembros de la convención constitucional hay una fuerte presencia de la izquierda y de los movimientos sociales, que aportaron una parte considerable de los constituyentes independientes, la garantía de cambios no está en los representantes, sino en organizaciones y movilizaciones colectivas.

La cuarta cuestión es mirar hacia los lados. En América Latina hubo tres nuevas constituciones en pocos años: en Colombia, en 1991; en Ecuador, en 2008, y en Bolivia, en 2009. Algunas contienen capítulos bien interesantes: la naturaleza como sujeto de derechos, en la ecuatoriana, y la refundación del Estado, en la boliviana. En ninguno de los casos se cumplieron esas aspiraciones, pese a que en Bolivia y en Ecuador la derecha fue derrotada en las calles y cayeron cinco presidentes mediante grandes insurrecciones.

Sin embargo, el neoliberalismo extractivista continuó despojando a los pueblos de los bienes comunes, y la situación concreta de los pueblos originarios y de los sectores populares no hizo más que empeorar. No por las constituciones, sino por algo más profundo: la desmovilización de las sociedades y los pueblos. Pensar que se puede derrotar al neoliberalismo, que es la forma que asume el capitalismo en este periodo, mediante nuevas cartas magnas y con leyes que declaman derechos para las más diversas opresiones, es una ilusión que conduce a callejones sin salida. No es una cuestión de ideologías, sino de la lectura del pasado reciente y de la situación que atravesamos en todo el mundo.

En Chile no estamos ante una constituyente legítima, sino ante un juego político, como sostiene Gabriel Salazar (https://bit.ly/3f1W6Eo). Ese juego lo parieron dirigentes del Frente Amplio, la proclamada nueva izquierda, que pactaron con la derecha cuando había millones en las calles y lo volverán a hacer en un recinto donde caben malabares discursivos con total impunidad. La única garantía que tenemos los pueblos, para que al menos nos respeten, es la organización y la movilización. En Chile hubo, durante meses, enormes manifestaciones y se crearon más de 200 asambleas territoriales. Los constituyentes de izquierda están diciendo que no es necesario volver a las calles y la mayoría de las asambleas se debilitaron al apostar a las urnas, aunque ahora retornan a sus territorios.

¿Cómo se harán realidad los mejores artículos de la nueva Constitución, que sin duda los habrá? Resuenan las palabras de la comandanta Amada en la inauguración del segundo Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan: dicen que ahora hay más leyes que protegen a las mujeres. Pero nos siguen asesinando. Ninguna ley impedirá a los hombres armados (Carabineros y militares), núcleo duro del patriarcado, seguir golpeando, lacerando y asesinando. El mapuche Fernando Pairicán reconoció que 80 por ciento de los mapuches que no votaron, lo hicieron, en parte, por la fuerza del movimiento autonomista que llamó a no votar (https://bit.ly/3ot3Gv0). La esperanza de un nuevo Chile sigue estando en la resistencia mapuche y en las redes de vida que sobreviven en unas cuantas asambleas territoriales.

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* Activista, teórico político, periodista. Trabaja desde hace más de treinta años en base a la experiencia de movimientos sociales y experiencias alternativas de América Latina. Publicó numerosos trabajos, entre los que se cuentan Los arroyos cuando bajan. Los desafíos del zapatismo (1995), La mirada horizontal. Movimientos sociales y emancipación (1999), Genealogía de la revuelta. Argentina, una sociedad en movimiento (2003), Autonomías y emancipaciones. América Latina en movimiento (2008), Descolonizar el pensamiento crítico y las prácticas emancipatorias (2015), entre otros. En Red Editorial publicó Cambiar el mundo desde arriba. Los límites del progresismo (junto a Decio Machado, 2016) y Los desbordes desde abajo. El 68 en América Latina (2018).

 

Publicado originalmente en La jornada (21/5/2021)

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De tanto tildarnos de histéricas, fuimos históricas:
desborde constituyente feminista en Chile

Sofía Esther Brito*

 

Las elecciones del pasado 15 y 16 de mayo dan cuenta de que Octubre de 2019 sigue presente en la memoria popular. La primera Convención Constitucional paritaria del mundo estará compuesta por 78 hombres y 77 mujeres, de las cuales 17 corresponden a escaños reservados para representantes de pueblos indígenas. Las correcciones de resultado dejan fuera a mujeres que hubiesen sido electas, de no existir este mecanismo. Asimismo, permiten el ingreso de otras 5 que hubiesen quedado fuera de la Convención.

De forma inesperada para la gran mayoría de los analistas políticos en Chile, esta paradoja de la paridad se sitúa en un contexto inédito para las izquierdas. A pesar de las múltiples dificultades que trajo consigo el “Acuerdo por la paz y la nueva Constitución”  del 15 de noviembre de 2019, donde se fijaron las normas por las cuáles se iba a regir la composición del órgano constituyente, las fuerzas independientes de los partidos políticos reconfiguraron el escenario político. Ni la norma de los dos tercios, ni el nulo compromiso del poder ejecutivo con el proceso constituyente, ni las campañas logran revitalizar a una derecha a la que la Revuelta de Octubre de 2019 le dijo: “NO+”.

Entonces, el triunfo no es de ‘las mujeres’, ese supuesto sujeto universal en el cual intentan situarnos. El triunfo es de todas las redes que logran explorarse desde los espacios de organización más diversos: los cabildos, las asambleas territoriales, las conversaciones entre vecinas y vecinos, los grupos de wasap y otras redes sociales. De quienes han experimentado la precarización producto de una pandemia enfrentada desde un Estado violento. Ese mismo que mata, mutila y mantiene en prisión política a quienes se levantan para cambiar este sistema. Son las feministas, todas y todos quienes creen en la necesidad de las ampliaciones democráticas, del cuestionamiento a la definición neoliberal de ciudadanía, quienes ingresan a disputar ese espacio cerrado de la política institucional que cimienta la democracia tutelada de la Constitución de 1980 y las políticas de la transición.

La paridad, los escaños reservados y las listas de independientes permiten poner en tensión la república masculina que gesta nuestra historia constitucional. La misma república que desplazó a las feministas, intelectuales y obreros en 1925, por un grupo de hombres blancos, terratenientes y heterosexuales que se consideró como “comisión de expertos”. Casi cien años después, la mayoría de quienes tendrán el trabajo de escribir la nueva Constitución, son quienes confiaron en la potencia de ese Octubre. fueron parte de ese pasado de

Tenemos el camino ancho para enfrentar los desafíos que significa este desborde. Para que la Convención Constitucional no se convierta en un Congreso, donde representatividad opera como una delegación total del poder popular hacia los y las senadores y diputadas, se requiere exigir otros modos de vínculos entre les representantes y sus territorios. La experiencia de las organizaciones estudiantiles, territoriales, sindicales, medioambientalistas, feministas y disidentes, que traen a la constituyente compañeras como Bárbara Sepúlveda de la Asociación de Abogadas feministas (ABOFEM), Francisca Linconao, machi y ex presa política mapuche, Camila Zárate del Movimiento por las Aguas y el Territorio (MAT) y Valentina Miranda, ex vocera de la Coordinadora Nacional de Estudiantes Secundarios (CONES), es sumamente necesaria para pensar en mecanismos de participación ciudadana que excedan los márgenes de la democracia formal.

La crisis de representatividad que en otros países del mundo deviene en salida autoritaria, se ha transformado en estos territorios en una oportunidad histórica para no acomodarnos en un feminismo que reproduzca los mismos lenguajes del poder patriarcal. De la independencia política y el excesivo triunfalismo de una oposición que tampoco vio venir la irrupción de estas nuevas actorías en la esfera pública, nos toca dar paso a la consolidación de una izquierda feminista que si bien se ha abierto paso desde las políticas de la presencia, hoy requiere retejer sus redes y articulaciones.

 

Para ello, los resultados en las municipalidades y concejalías también nos permiten abrir espacios para democracia feminista, donde la institucionalidad se transforme en un bien común que potencie los espacios de encuentro necesarios, en que podamos volver a discutir en asambleas territoriales sobre los derechos, principios e instituciones que necesitamos para el buen vivir.

De tanto tildarnos de histéricas, fuimos históricas. De niñas nos dijeron que la política era cosa de hombres, y solo había espacio para ‘algunas mujeres’, algunas excepciones en la Historia oficial. Las movilizaciones por el aborto, el Mayo feminista de 2018 y Las Tesis prendieron la mecha para este desborde constituyente, y cada día somos más en las calles y en las casas quienes luchamos por una vida digna.

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* Activista tecnofeminista y pro-sexo. Investigadora en derecho constitucional. Coautora de La Constitución en debate, por una Constitución feminista, entre otros

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El partido octubrista
Triunfo popular, salto al molinete o elementos para una nueva ciencia

Rodrigo Karmy Bolton*

 

El partido octubrista saltó todos los molinetes. Desde aquellos apostados en el lóbrego subterráneo del Metro hasta impregnar a nuevas fuerzas políticas que en las elecciones del 15 y 16 de mayo asaltaron la Convención Constitucional. El partido neoliberal que habitualmente cobijaba la hegemonía cupular de la derecha y la concertación quedó destituido, obligado a negociar con una mayoría que por 30 años había permanecido en las sombras y no constituía un peligro para su orden. Al contrario, el partido octubrista es una intensidad múltiple, un afuera en un régimen que intentó suturar todo afuera, una vida que se escapa permanentemente de todo molinete y que supo evadirlos, saltarlos destituirlos, a pesar de los miles de impedimentos que se le impusieron.

Varios “molinetes” salieron al paso: fuerzas paramilitares llamadas “Carabineros de Chile” que masacraron a la multitud en las calles;  un acuerdo de “lawfare” en su contra gestado el 15 de Noviembre por un asalto parlamentario que abandonó la Asamblea Constituyente por la de Convención Constitucional imponiendo de entrada los 2/3 por el que la derecha y el partido neoliberal en general pretendía ejercer su veto, bajo el diseño de los años 90 que, a su vez, proponía un mecanismo de representación parlamentario para la elección de “constituyentes” (cuestión que atentaba contra los independientes), una pandemia que no ha dado tregua y que yuxtapuso su fuerza al partido octubrista agudizando contradicciones del modelo, profundizando el repudio popular contra el agónico partido neoliberal.

El proceso constituyente se consolida y hace peligrar al régimen neoliberal y sus heraldos cristalizados en este partido bifronte que articuló la transición política al precio de precarizar a su pueblo. Un proceso que tendrá que seguir “saltando todos los molinetes” que se presenten en la Convención Constitucional. Un momento histórico que se oriente no solo a la transformación completa del Estado, a impregnar en él una “vida nueva” que rompa la gubernamentalidad neoliberal y su régimen, sino justamente a abrir el libre juego de las formas-de-vida, a la stásis que nos atraviesa.

Pero ese juego solo será posible si lo cultivamos. Walter Benjamin tuvo una expresión tan certera como decisiva para ello: “organizar el pesimismo”. Frente al “malestar”, a la “desesperanza” que nos inunda, el cultivo de este juego –que lo hacemos como si fuera un jardín y no como si fuera una hacienda– implica un grado alto de organización que el propio partido octubrista se ha dado. Desde los secundarios sublevados en el subterráneo del Metro de Santiago, hasta el triunfo de las candidaturas que dieron la “sorpresa” al partido neoliberal, el salto al molinete ha sido sorteado con éxito y el cultivo del libre juego de las formas-de-vida adquiere una intensidad inusitada.

“Organizar el pesimismo” tendría que significar cultivar una cierta violencia sensible (Muñoz), una nueva razón estética (Dabashi), una dimensión imaginal que, como un jardín nos permita habitar. Lejos de la metáfora pastoral que rige la hacienda e impone territorios sobre los campos agrícolas, se trata de jardines que transgreden territorios y no se ofrecen al paradigma de la producción económica. Y esta singular “organización” requiere, quizás, de una nueva ciencia. Una ciencia menor, absolutamente clandestina, una intensidad que se cuela entre saberes y no se deja capturar por ellos: la stasiología, la ciencia de la guerra civil, que abre la danza de los cuerpos, que desgarra la grieta de la multitud. El jardín contra la hacienda esta es, en verdad, la radicalidad de nuestra situación. Porque “organizar el pesimismo” ha sido la consigna de los que jamás tuvieron consigna, de los que nunca abrazaron un partido, de los que no tuvieron el privilegio de la esperanza ni mucho menos, el ritual del monumento.

A principios de los años 90 aún la democracia y el neoliberalismo parecían coincidir bajo la consigna del “fin de la historia”, en la actualidad una disyunción irreductible parece separarlos. A esta luz, asistimos al momento en que la democracia deviene contra el capital, irrupciones de la nueva stasiología, donde la democracia ya no es un régimen político, sino una forma-de-vida, un “jardín” en el que se cultiva la imaginación popular que, por años, había sido subjetivada por la razón neoliberal.

La stasiología es la ciencia que analiza la grieta entre democracia y neoliberalismo, formas-de-vida y capital. Porque el triunfo popular no ha podido tener lugar sin que ese pesimismo del que hablaba Benjamin no haya podido ser organizado. “Organizar el pesimismo” sigue siendo nuestra palabra, la única que salta molinetes, la misma que se escribió a fuego el 18 de Octubre.

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* Doctor en Filosofía, Universidad de Chile. Profesor e Investigador del Centro de Estudios Árabes y del Departamento de Filosofía de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile. Columnista Diario Digital El Desconcierto. Actualmente es Director de Investigación de la Dirección de Investigación de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile. Publicó Políticas de la interrupción. Ensayos sobre Giorgio Agamben (2011), Políticas de la ex-carnación. Para una genealogía teológica de la biopolítica (2014), Estudios en Gubernamentalidad. Ensayos sobre poder, vida y neoliberalismo (2018), El porvenir se hereda: fragmentos de un Chile sublevado (2019) Intifada. Una topología de la imaginación popular (2020), entre otros.

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La lucha por la escritura: el actual escenario político-constitucional

Rodrigo Aguilera Hunt*

 

1- Acontecimiento destituyente:

 

¿Qué duda cabe? Con las recientes elecciones del 15-16 de mayo en Chile ha habido un triunfo popular. Un triunfo significativo de las fuerzas transformadoras en la elección de convencionales constituyentes, gobernadores regionales, alcaldías y concejales. Ello ha implicado una destitución radical de las trabas institucionales y de las lógicas de auto-conservación en el poder de los partidos hegemónicos de la transición política de los últimos 30 años (Derecha y ex-concertación). Esta elección es un acontecimiento que no ha hecho más que anudar retroactivamente el grito (diagnóstico) de la revuelta popular: “No son 30 pesos, son 30 años”.

En este nuevo escenario político se hace posible plantear seriamente –y no como mero simulacro democrático– las preguntas medulares para pensar un nuevo diseño de Estado amparado constitucionalmente, que logre ligar el imaginario popular con el campo institucional.

2- Desafíos constituyentes:

Algunas de estas preguntas pueden formularse como grandes núcleos de anudamiento de significantes en disputa: ¿Qué Chile deseamos escribir? ¿Cómo anudamos nuestra historia a nuestro porvenir en esta carta magna? ¿Cuáles son las luchas que están en juego? ¿Cuáles son los mínimos comunes y los sistemas de diferencia que estarán desplegándose en la convención constituyente?

Desde esta matriz surgirán atolladeros aún más específicos para las fuerzas de transformación –que han de ser pensadas con cálculo y complejidad analítica. El acto de pensamiento supone comprender que un corpus constitucional implica que cada decisión impacta sobre todas las otras, de modo que es una estructura co-variable. Cartografiemos algunos de los ejes temáticos a considerar:

¿Cómo financiar un nuevo Estado garante de derechos sociales que logre modificar la base de la gubernamentalidad neoliberal propia del actual Estado subsidiario? ¿Es viable y deseable un Estado federal para favorecer la descentralización de la gobernanza? ¿Diversificar el Estado implicará mayor corrupción y burocracia? De ser así ¿Cómo intentar responder a ese problema? ¿Será un mejor modelo para dichos fines otorgar más recursos y autonomía a los municipios, ya que estos tienen contacto directo con las demandas locales-territoriales? ¿Será que un modo de volver más directa y participativa la democracia pasará no sólo por la transparencia de la información y la diversificación de organizaciones políticas (partidistas y no partidistas), sino también por la realización de plebiscitos vinculantes en temas sensibles para la comunidad?

¿Qué implicancias legales y logísticas tendría la declaración de plurinacionalidad? ¿Cómo calcular los impactos de los juicios y querellas que puede implicar para Chile nacionalizar recursos naturales actualmente privatizados? ¿Qué plan de desarrollo sustentable puede establecerse desde el Estado con miramiento a la ecología? ¿No es crucial acaso la inversión en ciencia y tecnología para dicho desafío? ¿Cómo mejorar la eficiencia y eficacia del Estado en su actual desmejora respecto del sector privado? ¿Se tratará de nuevas articulaciones entre la comunidad, el mundo privado, la academia y el Estado?

¿Qué beneficios y riesgos traería para el poder legislativo tener un congreso unicameral v/s uno bicameral? ¿Se justifica la existencia del tribunal constitucional? ¿Cuáles son las coordenadas que justifican el presidencialismo?

¿Cómo establecer la urgencia de asuntos culturales en torno a temas como inclusión, diversidad, género, etnia, etc. que no queden reducidas a una mera declaración de principios impracticables? ¿Cómo (re)concebir la concepción de familia y su centralidad en la reproducción del actual modelo -burgués y patriarcal- de desarrollo productivo?, entre tantas otras preguntas situadas al debate constituyente.

3- Posiciones políticas y fantasías sectoriales ante el nuevo escenario:

La complejidad y radicalidad de la tarea constituyente no está siendo protagónica en los debates políticos actuales. Como bien sabemos, en la sociedad del espectáculo, hay otras cosas que venden más (rencillas de poca monta, insultos cruzados, levantamiento de “rostros” para candidaturas presidenciales, rasgos de personalidad de figuras públicas, etc.). Literalmente banalidades que eclipsan la potencia del actual escenario.

Del lado de “la lista del pueblo e independientes” la temática central no ha podido ser aún la agenda temática, sino el acto político de desmarcarse de los partidos y afirmar su propia legitimidad de origen, léase: “no representamos al pueblo, somos pueblo”. Ello es crucial, no obstante, el verdadero triunfo político será llevar justamente la agenda -más allá de los slogans- hacia los temas complejos que están en cuestión e inquietan tanto al poder.

Por el lado de la derecha, los medios de comunicación y la centro-izquierda conservadora (eje neoliberal de los últimos 30 años de gobierno) la temática a instalar ha sido: moderar el discurso y fechitizar el significante “acuerdos”. El fantasma de la desmesura, los antagonismos reales y la radicalidad de las transformaciones les hace poner acento en la gramática de los acuerdos. El significante “acuerdo” -que resulta en apariencia benéfico- no hace más que desmentir el hecho de que justamente la democracia pospolítica de consensos vacíos y sin antagonismos reales ha sido parte del problema (de Aylwin a Piñera) y no de la solución. Dicho sea de paso, esta lectura crítica de la historia de las últimas tres décadas es la que vuelve distintos a los partidos de la ex-concertación de la lista “Apruebo dignidad” (Partido Comunista y Frente Amplio), y más aún, de las candidaturas independientes surgidas del campo popular.

Por su parte, en la derecha económica (que goza de más salud que la derecha política) proliferan fantasías paranoicas. Digo paranoica porque cabe recordar que la autonomía del Banco central no ha sido cuestionada en forma mayoritaria, así como el derecho de propiedad no está bajo amenaza. En otras palabras: a nadie le van a quitar su casa, su auto, su perro, ni le comerán sus guaguas. La privatización que está impugnada es aquella de los bienes comunes: mares, ríos, lagos, bosques, minerales, etc. Entonces, la derecha económica tiene razones para temer, ya que su fundo hacendal familiarista está efectivamente amenazado. O sea, la concentración obscena de la riqueza es efectivamente uno de los diagnósticos centrales de nuestro subdesarrollo (cuestión analizada por múltiples economistas, incluso liberales). No obstante, la proliferación de fantasías paranoicas bajo significantes como “Chilezuela”, “nos quitarán todo” o “los rotos se vengarán” es francamente el último eslabón del delirio criollo-burgués que comenzó con el dicho de Cecilia Morel “¿De dónde salió esta gente? Estamos en una invasión alienígena”.

En el plano de las fantasías e incertidumbres sociales podríamos decir muchísimo más, ya que en ellas se juegan remanentes históricos e ideológicos de gran complejidad. No obstante, lo que pretendo ceñir es simplemente que por el lado de la intervención estatal -nadie ha hablado de abolir el libre mercado- sino simplemente regularlo y acotarlo. En el actual imaginario no se pretende que el Estado produzca monopólicamente pasta de dientes o bebidas gaseosas, sino hacerse cargo de garantizar los derechos propios de una sociedad contemporánea que pretenda estándares mínimos de justicia y equidad: protección de la infancia, infraestructura macro, pensiones dignas, educación y salud públicas de calidad, por mencionar algunas de ellas.

4- El estatuto problemático del Estado de Derecho:

Todos los partidos del bloque de poder hegemónico de los últimos 30 años, al ver reducida al mínimo su representación, han puesto acento en la lógica de los acuerdos y en la idea de mesurar los discursos. Esto no es casual. Más bien responde a una razón de Estado que consiste en:

  • Homologar Estado de Derecho a racionalidad a-política y a-histórica.
  • Desmentir el núcleo de violencia que el actual Estado de Derecho encierra en sí.
  • Confundir orden público con paz social, por tanto, represión policial y militar con republicanismo.
  • Signar de violencia ilegítima a todas las insurrecciones y revueltas populares.
  • Eclipsar los antagonismos sociales y la heterogeneidad popular mediante acuerdos de cúpula oligárquica de maquinaria política-instituida (democracia de consensos).

En consecuencia, lo que está en juego para las fuerzas de transformación, es desmantelar la violencia disfrazada de paz en el propio Estado de Derecho actual (que con tanta precisión canta “Portavoz” en su canción “Donde empieza”). La operación escritural consiste entonces en desmantelar la pseudo-democracia que opera como dictadura comisarial y así tejer caminos hacia una radicalización democrático-participativa.

En este sentido, pensar la violencia anudada en el actual Estado de Derecho, nos conduce a debates teórico-políticos cruciales. No pretendo desarrollar ese debate en estas líneas ya que escapa a su sentido y extensión, no obstante, si podría establecer algunas líneas de desarrollo básicas que nos ayuden a pensar la naturaleza de los problemas que atraviesan al debate constitucional.

La pregunta para la izquierda chilena (partidista y no partidista) que deseo plantear es ¿La transformación radical se hace aboliendo o reduciendo al mínimo al Estado, ya que éste no es más que la institucionalización que da legitimidad a la explotación burguesa, o bien, al Estado se lo disputa en su hegemonía ya que es una vía regia para poner freno a la lógica explotadora del capital?

5- Excursus de filosofía de la historia en torno a la violencia y el derecho:

Me parece que la convención constituyente es, en sí, la hipótesis de que al Estado se lo disputa en forma contingente. La constitución de Pinochet y sus violencias de origen y forma están en el centro del proyecto de destitución, ergo, rearticulación potencial.

Las reflexiones en filosofía política sobre la violencia instituida son antiguas, y a su vez, atraviesan debates contemporáneos (desde la escuela de Frankfurt, la biopolítica, la esquizoanalítica, la teoría de discurso posfundacional, el posmarxismo, etc.) A mi entender, autores como Poulantzas, Laclau, Negri, Agamben, Badiou, Žižek, entre otrxs, son referencias fundamentales en los debates contemporáneos en torno al concepto de Estado; elemento crucial en la escritura de toda carta magna. No obstante, diría que la base moderna de dicho debate, y la razón por la cual la Constitución de la República es un punto tan sensible, hemos de encontrarla en las tensiones que podemos dibujar entre Hegel y Marx.

¿Por qué hablar de Hegel y Marx en el actual debate constitucional en Chile? Precisamente porque los fantasmas de Hegel y Marx están más vivos que nunca. En ambos autores están las bases filosóficas para visibilizar lo que la derecha pretende ocultar: la violencia de la historia y el carácter problemático del Estado. En otras palabras, la filosofía materialista y dialéctica permite señalar de forma contingente para Chile: El Estado de Derecho no es neutral, no es sólo racional, no es a-histórico y no se logra nunca sin tensiones y antagonismos radicales. Inclusive diríamos, todo Estado de Derecho deja un remanente de exclusión que lo desborda y que atestigua la insoslayable violencia sobre la que se monta.

La proposición hegeliana implica que el carácter profundo y objetivo de la violencia como negatividad no es extirpable de la historia humana, ni por un acto supremo de la voluntad, ni siquiera por un proceso asintótico que apunte hacia una reconciliación sin conflicto. Es decir, la democracia de los acuerdos (derecha-concertación) de los últimos 30 años, se montó sobre la desmentida de la verdad histórica. En otras palabras, todo acuerdo, se monta sobre una exclusión -no nombrada o extraoficial- que retorna como síntoma. Octubre del 2019 es una condensación de aquello bajo la forma de estallido social. El retorno de una verdad en el corazón de las ciudades: Baquedano cae, allí donde se erige el despertar de la dignidad del pueblo. La metáfora es: cae la figurabilidad de la violencia legalizada propia de la gramática del poder, y se erige la legítima violencia del pueblo en lucha. Sin ello, Chile no tendría hoy debate constitucional.

La tesis hegeliana es que la violencia no puede ser suprimida. Pero puede ser eficientemente mediada. El conflicto pertenece al orden más íntimo de la libertad, pero se puede lograr una sociedad en que la libertad no se destruya a sí misma. La clave y la posibilidad de estas mediaciones residen, para Hegel, en la construcción de un “Estado de Derecho” profundamente humanizado por lo comunitario (los comunes del pueblo como tradición). Un Estado de Derecho que conjugue a la vez el poder ordenador de la razón y el sentimiento de comunidad. Esto es lo que vuelve tan importante a la “Lista del pueblo” en el seno del debate constitucional. El pueblo es la condición de posibilidad para producir una institucionalidad que humanice comunitariamente su propia escritura.

En síntesis, con Hegel diríamos que la nueva Constitución –dada la presencia del pueblo en su escritura- no erradica la violencia y el conflicto, más permite mediarlo en su despliegue basado en dos principios: racionalidad y sentimiento de comunidad.

Por contraparte, podríamos decir que el rasgo más propio del marxismo, la idea de lucha de clases, radicaliza aún más la tesis hegeliana. Por supuesto, el material empírico a partir del cual Marx formula su idea de la violencia de la historia, se basa en la explotación capitalista, que en su época va progresivamente llenando el continente europeo de deshumanización y miseria. Cuestión que vemos no ha seguido más que expandiéndose bajo las formas de neoliberalismo, posfordismo y neocolonialismo, donde Chile ha sido precisamente, uno de sus laboratorios (Recuérdese las medidas -vigentes en el actual Estado de Derecho- de privatización radical tomadas en los años 80 en la dictadura de Pinochet por los economistas y juristas llamados “Chicago Boys”).

Hoy Chile intenta sacudirse de su violencia histórica disfrazada de paz. Ahora bien, consideremos también que para Marx, la violencia no es simplemente la expresión de una mala voluntad, o de una falta de disposición moral, sino que es un dato objetivo en que se expresa una situación material. Por eso el método de Marx consiste en un análisis de clases sociales, no de agentes individuales. En otras palabras, el problema actual no es Piñera (o al menos no sólo), sino la estructura.

En consecuencia, el análisis marxista es fundamentalmente económico. A Marx no le interesan propiamente las odiosidades particulares que se puedan constatar en el abuso burgués, sino el efecto objetivo de explotación que se puede constatar hasta en la acción del burgués mejor intencionado posible. Como bien señala el profesor chileno Carlos Pérez Soto, Marx no ve las crisis capitalistas como un defecto o un error de cálculo en la acción histórica de la burguesía, sino como un efecto estructural y objetivo de lo que produce su propia lógica: la irracionalidad de la acumulación y reproducción del capital. Nuevamente, la revuelta de octubre no es contra Piñera, o contra el alza de 30 pesos en el transporte público, es en contra de la estructura de violencia que el neoliberalismo chileno pretendía disfrazar de progreso.

¿Qué nos dice Marx entonces? El Estado de Derecho, que debería ser el espacio para negociar y mediar las diferencias (entre otras las del flujo del capital), en realidad favorece sistemáticamente a la burguesía. La favorece, por decirlo de algún modo, estructuralmente, más allá de que haya o no leyes particulares que favorezcan a los trabajadores. Y la favorecen, en buenas cuentas, porque ha sido construido por ella misma, como mecanismo de legitimación y defensa, primero ante los poderes feudales, y luego ante las demandas del proletariado. Situado este problema marxista en nuestro presente histórico, podemos decir que quizá estamos ante una contingencia que permita luchar por una escritura inédita, por un Estado de Derecho que no sea el traje a medida de la violencia burguesa-capitalista.

Entonces ¿Cuál es la tensión Hegel-Marx respecto del Estado? Lo que en Hegel es la proyección de la unidad esencial y diferenciada de un pueblo, equivale en Marx a la proyección de la dicotomía de un pueblo dividido por la lucha de clases. Lo que para Hegel es la garantía posible de una paz capaz de mediar la violencia esencial, para Marx no es sino la institucionalización de esa misma violencia apareciendo falsamente como paz. Si Hegel tiene razón, la violencia revolucionaria es históricamente contraproducente, riesgosa e innecesaria. Si Marx tiene razón, la violencia revolucionaria es un derecho que surge del carácter estructuralmente sesgado del propio Estado de Derecho. El punto crucial es que hoy el Estado de Derecho será escrito bajo una correlación de fuerzas distinta a todas las Constituciones que ha tenido la historia de Chile.

6- El riesgo a calcular:

Si la nueva constitución representa un ideario ingenuo de solución definitiva a la conflictividad social, no tendremos más que des-ilusión.

Sostener esta ilusión es precisamente una de las críticas que el posmarxismo le formula al propio Marx al creer que es posible una revolución consumada.

Teorías como el psicoanálisis (entre otras), han realizado el mismo diagnóstico. No se trata sólo de los problemas inexorables de la economía política, sino también y al mismo tiempo, de la condición humana en su economía pulsional y sus conflictividades estructurales. No es casual que para Freud, “gobernar, educar y psicoanalizar sean oficios imposibles”, en el sentido, de que su meta es inalcanzable por estructura. No hay conciliación definitiva como sociedad lograda -No hay fin de la historia-. ¿Cómo leer esto? Esto se lee tomando posición ética. El punto ético es que no por imposible ha de dejar de hacerse (por caso, gobernar), sino justamente por ello debe hacerse -una y otra vez-.

7- La lucha ético-política por la escritura:

En definitiva, el pueblo está en el lugar donde suele no estar, para luchar -una y otra vez- por escribir una Constitución que siga una ética distinta a la de la violencia del capital. Quizá como redención de todas las revoluciones proletarias previas, no se trata sólo de lucha de clase, sino de un giro cultural hacia nuevos modos de vida. Quizá se trata de trabajar con una ética práctica diversa, diría de acervo feminista: deseante, inclusiva, equitativa, digna, dialogante, diversa, fluida… donde la ternura y el amor no sean romanticismos irracionales, sino la lógica misma para (re)pensar el lazo social y el lazo de la humanidad con la naturaleza.

Hemos de saber que toda escritura es inacabada e imperfecta, y ello lejos de ser un problema, es su máxima potencia.

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* Psicólogo clínico, diplomado en filosofía y psicoanálisis, magíster en psicología, psicoanalista (Sociedad Chilena de Psicoanálisis ICHPA), ensayista y docente.

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Fascinadas y violadas por manadas: política, feminismo y arte

Macarena Andrews Barraza*

 

“What if,” Suzanne Lacy asked Judy Chicago in 1970, “we brought an audience into a theatre, lowered the lights, and simply played audio tapes of women recounting, in elaborate detail, the story of their rape?[1]

(Princenthal)

 

Fascinada por una manada

 

El 27 de octubre de 2011, el titular “Woman is raped in anti-capitalism camp” fue publicado por The Scotsman, Scotland’s National Newspaper en su portal web[1]. El artículo en su primer párrafo indicaba: “Demonstrators said the 28-year-old was attacked in the main Occupy Glasgow settlement, where dozens of people have been campaigning as part of a global anti-greed movement around the world.[2]” Casi al final del texto, el periodista citaba: “Macarena Andrews, a spokeswoman for Occupy Glasgow, said police had been routinely checking the camp late at night”[3] (McLaughlin).

El 15 de octubre de 2011, yo me encontraba en Glasgow por segunda vez. El Movimiento 15-M o Movimiento de los Indignados[4] marchaba nuevamente hacia la Puerta del Sol en Madrid, como parte de una corriente ciudadana global que buscaba provocar cambios significativos en los sistemas de gobiernos neoliberales. Yo no pude ir a Madrid o Bruselas, los lugares donde sabía que habría movilizaciones, por lo que busqué en Internet si en Escocia se realizaba también alguna convocatoria ciudadana. El llamado era en George Square, en Glasgow. La plaza principal de la ciudad estaba solo a pocas cuadras del departamento de mis amigos donde me quedaba por una semana. Salí a mediodía con mi cámara, quería fotografiar la protesta y volver en un par de horas. Me quedé casi dos años en Escocia luego de haber llegado a la plaza ese día.

Deleuze y Guattari al definir Afecto señalan que “(…) no es un sentimiento personal, tampoco es un carácter, es la efectuación de una potencia de manada, que desencadena y hace vacilar el yo” (Deleuze & Guattari, 2004, p. 246). Ticineto Clough indica que el afecto “refers generally to bodily capacities to affect and be affected or to the augmentation or diminution of a body’s capacities to act, to engage, and to connect, such that autoaffectation is linked to the self-feeling of being alive – that is aliveness or vitality[5]” (Ticineto Clough et al., 2007, p. 2). Tomkins propone que “the affective system is, therefore, the primary motivational system because without its amplification, nothing else matters, and with its amplification, anything else can matter. It thus combines urgency and generality. It lends its power to memory, to perception, to thought, and to action no less than to the drives[6]” (Pribram et al., 2009, p. 164). Bennett entiende “affect, not as opposed to or distinct from thought, but as the means by which a kind of understanding is produced[7]” (Bennett, 2010, p. 458).

Solo doce días después de llegar a la ocupación en Glasgow, la potencia que se había desencadenado en mí hizo vacilar mi yo – tal como Deleuze y Guattari describen. El afecto que había devenido en mí el primer día que me involucré con la ocupación fue registrado en video por Grant Thistle, donde yo dije: “The world as we knew it, it’s over; I think a new world is raising and I want to be part of it. El mundo tal como lo conocemos se acabó; un nuevo mundo está naciendo y yo quiero ser parte de él”[8] (Thistle). El afecto que apareció en mi encuentro con Occupy Glasgow, aumentó mi capacidad corporal de actuar, involucrarme y conectarme tal como describe Ticineto Clough. En ese momento, nada más podía importar tal como lo identifica Tomkins, y un particular tipo de comprensión se produjo en mí, como concluyó Bennett. Realmente creí, que todes los que ese día respondimos al llamado a reunirnos en las plazas de la ciudades alrededor del mundo, lo íbamos a cambiar. El capitalismo había terminado y yo no podía no ser parte de ello. Yo devine-animal: “Nosotros no devenimos animal sin una fascinación por la manada, por la multiplicidad (…) ¿O bien la multiplicidad que nos fascina ya está en relación con una multiplicidad que nos habita por dentro?” (Deleuze & Guattari, 2004, p. 246). Yo creí haber encontrado a mi manada ese día. Esta manada tenía un propósito claro, el 1% se adueñaba de más del 50% de la riqueza del mundo (Neate). El 99% éramos forzados a vivir en guerra por la otra mitad. Nos habíamos dado cuenta y era tiempo de cambiar las cosas, del mismo modo que hoy, más de ocho años después ha comenzado a suceder en Chile; y todo comenzó también en un mes de octubre.

Occupy Wall Street[9] inició el proceso; el que posteriormente sería descrito como “(…) a thrilling protest that briefly dominated media attention and reshaped American public life. (…) it was perhaps more moment than movement, but of course moments can be very important to movements[10]” (Calhoun, 2013, p. 1). Ese momento en la historia, generó un movimiento que aún actúa en mí.

(Seguí leyendo este artículo en el siguiente PDF –> Fascinadas y violadas por manadas: política, feminismo y arte)

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[1] Artículo completo disponible en:
https://www.pressreader.com/uk/the-scotsman/20111027/283390533637175
Consultado el 26 de enero de 2021.

[2] “Manifestantes dijeron que [la mujer] de 28 años fue atacada en el asentamiento principal de Occupy Glasgow donde docenas de personas han estado acampando como parte de un movimiento contra la avaricia alrededor del mundo.” Traducción personal Macarena Andrews.

[3] “Macarena Andrews, vocera de Occupy Glasgow, dijo que la policía ha estado periódicamente controlando el campamento por las noches”. Traducción personal Macarena Andrews.

[4] El Movimiento 15-M, también llamado el Movimiento de los Indignados, fue un movimiento ciudadano español que surgió con la manifestación del 15 de mayo de 2011, donde un grupo de personas decidió acampar en la Puerta del Sol en Madrid. La acción convocó a diversos colectivos políticos para generar un proyecto democrático que superara el bi-partidismo. En este contexto, el partido político Podemos, liderado por Pablo Iglesias, alcanzó gran visibilidad.

[5] “se refiere generalmente a las capacidades corporales de afectar y ser afectado o al aumento o disminución de las capacidades de un cuerpo de actuar, involucrarse, y conectarse, tal como la auto-afectación está conectada con el sentimiento personal de sentirse vivo – esto es la cualidad de vivir o la vitalidad”. Traducción personal Macarena Andrews.

[6] “el sistema afectivo es, por lo tanto, el sistema motivacional principal porque sin su amplificación, nada importa, y con su amplificación, nada más puede importar. Así, combina urgencia y generalidad. Le presta su poder a la memoria, a la percepción, al pensamiento, y a la acción, al igual que a los impulsos.” Traducción personal Macarena Andrews.

[7] “afecto, no como algo opuesto o distinto del pensamiento, sino que como el medio por el que un tipo de comprensión se produce”. Traducción personal Macarena Andrews.

[8] Video completo disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=WjP1zZALIqI Consultado el 26 de enero de 2021.

[9] Occupy Wall Street, movimiento de protesta estadounidense que inició su acción el 17 de septiembre de 2011, cuando numerosos manifestantes decidieron acampar en Zukotti Park localizado en el distrito financiero de Nueva York; con el propósito de combatir la desigualdad económica mundial. Para el 15 de octubre de 2011, el movimiento contaba con sedes en los distritos financieros de las principales capitales y ciudades europeas. La acción se hizo conocida bajo el lema: “We are the 99 percent. Somos el 99 por ciento”, que denunciaba al 1% por adueñarse de más del 50% de la riqueza mundial. Mayor información disponible en: http://occupywallst.org/ Consultado el 26 de enero de 2021.

[10] “una excitante protesta que dominó brevemente la atención de los medios y dio una nueva forma a la vida pública en Estados Unidos. (…) fue quizás, más un momento que un movimiento, pero por supuesto, los momentos pueden ser muy importantes para los movimientos”. Traducción personal Macarena Andrews.

[1] “Y si”, le preguntó Suzanne Lacy a Judy Chicago en 1970, “invitáramos al público a un teatro, bajáramos las luces, y simplemente pusiéramos audios de mujeres que relatan con gran detalle, la historia de su violación?” Traducción personal Macarena Andrews.

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* Dramaturga, actriz. Docente en Dramaturgismo y Métodos de Investigación de Tesis para las Artes Escénicas y Tutora de Tesis en el programa de Magíster en Artes con Mención en Dirección Teatral de la Universidad de Chile. Candidata a Doctora en Artes mención Estudios y Prácticas Teatrales (Pontificia Universidad Católica de Chile).

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“Las revueltas chilenas desafían todo el entramado conceptual de la modernidad”

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