Post-pandemia y movimiento social

//Nuevas formas de organización //Producción sin explotación de mano de obra, distribución solidaria, consumo organizado //Nodos de Intercambios Solidarios //Espacios culturales alternativos //Almacenes Comunitarios.

¿Qué nos permite pensar la pandemia? Pensamos que se abren posibilidades que vuelven a poner en juego las búsquedas iniciales de muchas experimentaciones anticapitalista surgidas en el acontecimiento del 2001 como la nuestra. Aquel estallido que nos hizo salir a la calle a nosotros, y a muchos otros, reuniendo las condiciones y las iniciativas de búsquedas de nuevas formas de relacionarnos (asambleas, piquetes, cacerolas sintonizando sus frecuencias) junto al sostenimiento de viejos reclamos ante el desastre de las políticas menemistas y aliancistas, sumadas al re-surgimiento de criterios horizontales, autonomistas, de llevar adelante el funcionamiento de las organizaciones. El 2001 nos dio la bienvenida como grupo que comenzó a investigar qué pasaba en esas reuniones masivas conocidas como “los Clubes de Trueque”. Al calor de aquellos hitos, nos fuimos preguntando si en esos grandes espacios colectivos de intercambio que reunían la desesperación y la creatividad sostenidas por el trueque de productos sin la intervención de una moneda creada por el estado, podría haber algunos de los gérmenes del cambio social en medio de la movilización que nos envolvía. 

Nosotros, al comienzo, comenzamos observando el funcionamiento de los Nodos para luego incorporarnos prácticamente en una de las redes nacionales de aquellos días. Desde los primeros momentos del acercamiento pudimos visualizar varios problemas relacionados a la producción de subjetividad capitalista puesta en práctica en esos mismos espacios: el primer problema con el que dimos fue la figura del intermediario, ya que su presencia diferenciaba el valor de los participantes que no producían (quienes coordinaban) y los que llevaban sus producciones o servicios para trocar actualizando de manera burocrática el esquema de intermediación entre el productor y consumidor. Esa instancia de coordinación no solo se llevaba una diferencia monetaria sino también “créditos” (nombre de la moneda social) sin haber producido nada. De esta forma, veíamos que esas divisiones entre los participantes volvían a inocular dentro de lo nuevo la posibilidad de que algunos se quedaran con una porción importante de la producción social, quitándole potencia a la figura del “prosumidor”, quebrando esa relación inmanente entre el que produce y el que consume. Los “prosumidores”, como la categoría política económica inventada en el sistema de trueque, eran la posibilidad activa de darle a los socios participantes de los Clubes una posición no desdoblada, siendo tanto productor como consumidor autoconsciente, a la vez que buscaba la manera de desalienarse del hecho económico dominarte. 

El segundo problema que pudimos observar concretamente fue el carácter inflacionario que tenían las diferencias entre las producciones elaboradas y el ingreso de productos primarios traídos directamente del mercado formal de consumo, por un mecanismo que no tendremos tiempo de contar en este texto. 

Nuestra experimentación comienza con la conformación de un Nodo de Trueque llamado “Mercado Solidario 20 de diciembre” en un espacio que nos prestaba el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos de Rosario. La intención original de ese espacio fue el intento de “aislar” los dos problemas que habíamos podido reconocer en nuestra etapa inicial por el nuevo mundo del Trueque. Esa etapa de investigación-acción nos permitió hacer un análisis de muchos de los problemas a los que nos enfrentábamos cuando deseamos experimentar una práctica de carácter anticapitalista. La salida que encontramos para poder realizar el trueque al calor de lo acontecido sumando la intencionalidad de resolver los problemas que habíamos detectado, fue proponer algunas variantes al funcionamiento general del Trueque: nuestro Nodo fue un espacio de intercambio sin reventa de productos de primera necesidad (para resolver eso apelamos a las compras colectivas), ni explotación de mano de obra. Esos problemas visualizados se fueron resolviendo, en parte, mientras que otros traídos del funcionamiento del resto de los nodos nos seguían impactando. Casi al unísono con la caída, primero paulatina y luego total, de los “Clubes de Trueque” en una asamblea de nuestro Nodo, decidimos hacer nuestra propia moneda social llamada “20 de diciembre”. Esto nos permitió resolver definitivamente los dos primeros problemas, aunque ahora en un ámbito cerrado tuvimos que enfrentarnos a nuevos desafíos, dado que ese aislamiento que nos salvó del cierre de los Clubes, por un lado, nos acotaba las posibilidades de intercambios, por el otro. En relación con los intermediarios o “revendendores” que circulaban por muchos Nodos de los Clubes intercambiando producciones primarias que compraban a distribuidores o supermercados ya no estaban presentes en nuestro nuevo espacio de Trueque. Habíamos limitado las posibilidades de intercambios y de satisfacción de nuestras propias necesidades, pero habíamos abierto otro camino que pronto comenzaríamos a recorrer. 

En ese momento, continuamos fortaleciendo los espacios de producción e intercambio, organizando Ferias de Productores en la Plaza San Martín de Rosario (antes de la existencia de ferias municipales o de la creación de secretarías de economía solidaria o social), para luego tomar la definición de constituirnos como Cooperativa de Producción y Consumo Mercado Solidario Ltda y alquilar un local con el objetivo de armar un almacén. Estas dos últimas definiciones de “institucionalidad” no modificaron nuestro auto-reconocimiento como grupo que hace parte de un movimiento más amplio al que reconocimos como el de la Economía Solidaria y Autogestiva. 

Ante el problema restrictivo de tener solamente las producciones elaboradas por los miembros del Nodo cerrado y luego de la cooperativa y una posibilidad muy pequeña de intercambiar producciones primarias, principalmente verduras, producidas localmente en programas estatales de manera agroecológica, con una producción limitada y una participación poco regular del trueque avizoramos como contrapartida relacionarnos con Organizaciones Sociales (esto incluye Movimientos Campesinos, Fábricas Recuperadas, Asociaciones Civiles) de las diferentes partes del país que podían compartir la marcha del movimiento de la economía solidaria. Comenzamos a observar esas otras experiencias buscando los criterios comunes con nuestra experiencia y tratando de resolver de otra forma las necesidades de aquellos productos primarios que en los Clubes de Trueque fueron la moneda negativa de la especulación, incentivadores de la inflación y de posiciones desigualitarias entre “prosumidores”. En este nuevo planteo, el espectro de producciones de primera necesidad como yerba, vinos, azúcar, harinas, condimentos, legumbres, etc., además de ser producidos a nivel “local” de acuerdo a sus condiciones edafoclimáticas nos impulsó a pensar una nueva posibilidad de vínculos económicos vehiculizados por un nuevo tipo de intercambios (trueque), pero entre organizaciones sociales del movimiento de la Economía Solidaria, sin apelar a formas comerciales de distribución. De esta manera, se podrían diversificar los stocks de productos en el Almacén y comenzar un nuevo camino, un nuevo desafío político: el de consolidar una Red de Intercambio Autogestivo entre Organizaciones “Prosumidoras”, que lograrían a través del tiempo producir y consumir todo lo necesario para la reproducción de la vida.

Este camino alternativo hacia una economía anticapitalista –básicamente con criterios de producción asociativos sin explotación de mano de obra y sin apropiación de beneficios vía compra-venta comercial que permitan la generación de plusvalía y acumulación de capital– con un paradigma de igualdad social y en defensa de un espacio en común se consolidó a partir del año 2008 con organizaciones sociales como la Cooperativa de Consumo La Asamblearia y La Asociación Civil Poriajhú que continúan en la actualidad siendo parte de la Red de Comercio Justo del Litoral. Esta Red de carácter autonomista se propuso a lo largo de todos estos años (en los cuales realizó 7 Ferias Nacionales de Organizaciones y 2 Encuentros Regionales de Economía Solidaria con movimientos sociales del sur de Brasil) establecer vínculos con las Economías Regionales de las diferentes partes del país con niveles de organización similares a los de las experiencias creativas dosmiluneras. 

Nuestra vocación de crecimiento en Red la planteamos en dos sentidos: uno es ampliar la diversidad de producciones que contemplen los cuidados del medioambiente y las relaciones sociales para satisfacer las necesidades de reproducción de la vida, que incluyan la posibilidad de invención de una vida en común donde las actividades culturales, artísticas, literarias se contemplen también como instancias indispensables para su desarrollo; el otro sentido es el de propiciar crecimientos igualitarios de los Nodos de Intercambios, que en tanto “rizomas” (también algunas categorías, en este caso de Deleuze-Guattari, nos han servido de herramientas durante estos años) puedan  interconectarse con otros, en múltiples direcciones sin limitantes más que la posibilidad/imposibilidad de establecer puntos de pivote (el rizoma, a su vez, forma una trama interconectada de relaciones de mutua retroalimentación).

Durante todos estos años hemos practicado de manera rizomática las tramas productivas (el ejemplo del funcionamiento de las fábricas “flexibles”), tramas de distribución solidaria (en las diferentes organizaciones con las que se interconecta la Red como los Nodos Mercado Solidario de Rosario, Tres Ecologías, La Asamblearia, Eloísa Cartonera, Encuentro de Productores Rurales, Poriajhú, y otras organizaciones, cooperativas y grupos de agricultura familiar que también forman parte de la Red), tramas de consumo (la Red de Comercio Justo del Litoral como principal consumidora de los productos del intercambio y otros espacios de consumo organizado).

La prácticas económicas y políticas emancipatorias e igualitarias que fuimos transitando desde 2001 en adelante, no las medimos con la extensión actual de su existencia (aunque esa existencia material sea la garantía de sus posibilidades de desarrollo) sino en su potencialidad para proponer nuevas prácticas de producción, distribución y consumo en la sociedad en general, comenzando por los actores de los movimientos de las economías alternativas como los movimientos campesinos, los productores organizados en cooperativas, las empresas recuperadas, etc., que cuestionan desde su propia emergencia (aunque no siempre sea asumido en términos subjetivos) las formas capitalistas dominantes. 

El sistema capitalista se retroalimenta generando necesidades ficcionales para vendernos en verdad un único modo de vida que destruye el medioambiente y pudre las relaciones sociales por múltiples factores. La producción de pseudoalimentos sostenida por el uso de agrotóxicos (funguicidas e insecticidas de manera directa y, de manera indirecta, herbicidas y fertilizantes químicos), el uso de variedades vegetales transgénicas, el hacinamiento de animales para la cría de ganado vacuno, porcino, aviar, etc. con altas dosis de insumos farmacéuticos (antibióticos, retrovirales, hormonas, etc.), el vaciamiento de los recursos materiales del planeta que no tienen reposición, la contaminación del agua y la atmósfera, y la generación de desechos contaminantes de plásticos no degradables. En la esfera de lo social se sostienen estas producciones con mano de obra explotada, en el mejor de los caos bajo contrato de trabajo, cuando no bajo condiciones de servidumbre y exclusión cada vez más generalizadas y con la más alta concentración de los capitales mundiales en manos del 1% o el 2% de la población mundial, mientras la inmensa mayoría de los habitantes del planeta vive en condiciones de pobreza escandalosa. Así, de manera proporcional a la escala de acumulación del capital crece la población de desocupados y subocupados y de trabajadores en condiciones de precariedad laboral extrema (como los trabajadores temporarios o los de las APP globalizadas). 

En estos días, la pandemia del Coronavirus no es ni más ni menos que un reflejo de la salud de nuestro planeta, no sólo desde el punto de vista ecológico sino también desde lo social, tal como explica la investigadora Uruguaya Silvia Ribeiro, en una entrevista realizada por Claudia Korol en el diario Página 12:  las causas de la pandemia del Covid-19 hay que buscarlas en el aceleramiento de la mutación viral de las formas de producción envenenadas del capitalismo, en las formas de producción agroalimentarias, principalmente en la cría industrial de animales. En este sentido, plantea con acierto que para detener ésta y futuras pandemias deberíamos discutir el sistema agroalimentario mundial, porque, en definitiva, estamos ante un ciclo en el que los virus que viven en el sistema natural van seguir encontrando formas de resistir para luego aparecer en una nueva mutación más agresiva y así sucesivamente, mientras estas condiciones de producción de alimentos se mantengan tal como están. 

Nos preguntamos al comienzo ¿qué nos permite pensar la pandemia? Y desde una valoración compartida aquí de nuestro recorrido desde el acontecimiento 2001, nos animamos a proponer, junto a muchos otros, que la instalación de prácticas de producción, distribución y consumo alternativas al sistema capitalista es un punto nodal para resolver nuestros modos de existencia social amenazados –hoy vemos con qué agresividad– desde una perspectiva panecológica.

Nuestra práctica es una muestra reducida de múltiples posibles y solo puede crecer en instancias rizomáticas y de composición, junto a otras organizaciones productoras que se definan también como “prosumidoras” de otra forma de reinventar el mundo. Eso sería una apuesta para la sociedad en su conjunto a repensar y modificar sus hábitos de consumo alienado por uno muy diferente al que nos condena el capitalismo mundial. Nos hacemos, entonces, la siguiente pregunta sin conocer de antemano la respuesta: ¿estaríamos en condiciones de producir pequeños/grandes cambios en la salud de nuestro planeta para las generaciones futuras y su condición de vida en la tierra?

Félix Guattari plantea en su programa textual, Las tres ecologías, que, para poder enfrentar los modos de vida y la producción de subjetividad capitalista, necesitamos trabajar coordinadamente en tres frentes o “tres ecologías”: una ecología de la mente, una ecología de las relaciones sociales y una ecología del medioambiente. Sólo articulando estos tres registros desde una perspectiva ético política llamada “Ecosofía” podríamos proyectar todo un conjunto de prácticas micropolíticas como verdaderas anternativas al modo de producción capitalista. 

La Ecología de las relaciones sociales consistirá en prácticas que tiendan a modificar y estén dispuestas a reinventar nuevas relaciones en el seno de la pareja, la familia y la producción y, por qué no, en el de las instituciones en general. La Ecología de la mente es la que cuestiona la relación del sujeto con el cuerpo y las condiciones sociales para reinventarse como un artista que crea y recrea su propia obra, es decir, su vida. La Ecología del medioambiente plantea que en la naturaleza pueden ocurrir las peores catástrofes como evoluciones imperceptibles y las invenciones humanas serán las que equilibren o desequilibren (como sucede con los desastres ecológicos cotidianos o esta pandemia actual) los procesos naturales de manera creciente a partir de los conocimientos tecnocientíficos y a medida que nuestras prácticas productivas sigan contaminando o no nuestros ecosistemas. 

En ese texto, Guattari propone premisas más que pertinentes para nuestra situación actual y futura, en las que enuncia lo siguiente: “debemos buscar nuevas prácticas estéticas, nuevas prácticas sociales, nuevas prácticas del sí mismo en relación con el otro, con el extranjero, con el extraño: ¡todo un programa que parecerá estar bien alejado de las urgencias del momento! Y, sin embargo, es en articulación de la subjetividad en estado naciente, de lo social en estado mutante y del medioambiente en el punto en el que puede ser reinventado, donde se dilucidará la salida de las crisis más importantes de la época.”

Por todo lo dicho, consideramos que nuestro camino abierto en el acontecimiento 2001 se conecta de manera preponderante con los nuevos problemas que se abrirán en la situación que nos tocará vivir tras pandemia.

* Ingeniera Agrónoma, presidenta de la cooperativa Mercado Solidario, miembro del movimiento social Red de Comercio Justo del Litoral. Mercado Solidario es una cooperativa de producción y consumo de alimentos, indumentaria, artesanías, entre otros bienes y servicios informáticos. Se caracterizan por la producción de intercambios con organizaciones y productores afines.

Ilustración: Moira Di Crosta

Fotomontaje: Lalo Díaz


IGNORANTES es una revista de contenidos en formatos imprevistos ligada con la actualidad desde la incertidumbre y la pasión política.


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