Se derrama sangre por nuestras vulvas

El 28 de Mayo se ha determinado como el “día internacional de la higiene menstrual” por considerarse que aproximadamente los ciclos menstruales son de veintiocho días, y la duración del sangrado es de aproximadamente cinco días. Sin embargo, teniendo en cuenta que no todos los ciclos tienen la misma duración, la modificación urgente y necesaria del cualitativo “higiene” por salud, como así también la politicidad de dicha temática, da cuenta de la necesidad de visibilizar el ciclo menstrual no sólo un día en el año, sino durante todo el mes de mayo. Particularmente, en estas contingencias esta fecha converge con la extendida cuarentena por el COVID 19. En este sentido, las vivencias de los sangrados de las personas menstruantes (en confinamientos con privilegios) han podido “librarse” al menos ilusoriamente de la disciplinadora mirada social, permitiéndose sangrados más cómodos de ropas y de gestiones. Muchas personas menstruantes incluso han podido omitir los enfáticos discursos de las campañas publicitarias de productos de gestión menstrual descartables como toallitas y tampones, experimentando el sangrado libre…

Así, se derraman… se derraman los fermentos de una sociedad sedimentada en desechos cognositivos y epistémicos, encarnados en corporalidades normalizadas. Se derrama el sudor del trabajo reproductivo no pago, del trabajo sexual prostituido, relegado y ninguneado. Se derrama la sangre que carga enojo colectivo. Se derraman los tóxicos producidos por un sistema capitalista y consumidos masivamente sin cuestionamiento. Se derraman los químicos que controlan con su píldora panóptica la natalidad (Preciado), inventando sangrados ilusorios. Se derraman las violencias ejercidas sobre les cuerpes bajo este putrefacto sistema heteropatriarcal. Se derrama toda la oxitocina de nuestros goces sexuales.                             Me derramo yo, y al verlo se derraman ustedes. Decanta en ese rojo rubí alquímico la mutación, la ciclicidad ignorada en el horizonte estratégicamente definido como único, del sistema lineal que habitamos.

Decanta y sorprende, gesta la molestia, la duda. Cultiva la incomodidad y siembra la inestabilidad de lo normalizado, la perpetuación de la amenaza, la vibración sinestésica con el territorio tierra.

Derrama,

decanta,

deconstruye,

desarma,

desestabiliza

desequilibra…

Establece un límite a lo conocido, a lo habituado, a lo normado, orientado. Nos invita a (con)movernos, sin embargo, logra incomodarnos. Analogía entre la posibilidad de des-orientarse de lo conocido sin que esto traiga por correlato (con)moverse; es decir moverse de lugar, aprovechar la vibración de lo (des)conocido, lo ignorado, prohibido o tabú para gestar otras “miradas”, inteligibilidades o comprensiones.

Pertenecer a este sistema que cafishea los deseos y las potencias implica para nuestras subjetividades una ardua tarea de normalización, y mimetización con el entorno. Trabajo de adecuación a las políticas de domesticación y colonización gestadas en sistema capitalista y

reproducidas en las instituciones educativas y la academia.  Así, la mancha que se manifiesta –inadecuada– deja en evidencia un cuerpe caótico y erótico. Capaz de develarse sangrante en cualquier momento. Capaz de cultivar en los pantalones y guardapolvos la huella de habitar un cuerpo sangrante y la concatenación de maniobras organizadas para esconder la mancha, la huella, la “herida” de no habitar une cuerpe “masculino a-menstruante” (Tarzibachi).

La sangre “salvaje” de nuestro endometrio no pide permiso, no se contiene, no se detiene, fluye, muta, corroe los ánimos y las ganas, intensifica los vínculos y clarifica los deseos. La sangre, nuestra sangre crea universos simbólicos tanto como puede crear ideas, proyectos y vida. Nuestra sangre molesta a la industria farmacopornográfica. Indigna al higienismo encarnado en nuestras currículas. Nuestra sangre cultiva la vida que derrama a su paso.

La sangre, nuestra sangre, las menstruaciones diversas de personas menstruantes diversas es la única sangre que se derrama de manera cíclica y “natural”; es la única sangre que no se derrama por el efecto de la violencia y sin embargo es la que menos se puede ver, de la que menos se pretende hablar y de la que poco se busca enseñar. O como se dice por ahí, es la que más asco te da.

Los escasos conocimientos y sus ignorancias programadas y aprendidas, orientan a un gran déficit en materia de comprensión del ciclo menstrual. Tanto o más, es el desconocimiento acerca de la gestión del sangrado, gestándose el nicho productivo necesario para el mercado extractivista que produce los dispositivos tóxicos perfectos para nuestra salud sexual y reproductiva. Alimentando su sistema de consumo con narrativas estereotipadas que nos sugieren invisibilizar nuestra ciclicidad, ocultar nuestra sangre y desecharla en maniobras de superagentes lo más rápido posible, para que nadie sepa, ni se percate de que por nuestras vulvas corre sangre.

Menstruar es político. Es político porque es tabú, es político porque incomoda, porque es inferido como fluido asqueroso y vergonzante. Es político porque nuestra sangre publicitaria debe ser la de los pitufos, azul. Es político porque es personal. Es político porque está vedado para lo público. Sin embargo, todas las violencias, abusos y atrocidades cometidas por este sistema pueden ser exhibidas sin tapujos por las pantallas desparramadas en casas e instituciones. Es político porque los principales productos de gestión menstrual (toallas y tampones descartables) no sólo contienen componentes tóxicos para nuestras genitalidades como rayón, polipropileno, glifosato y dioxina. Sino que se publicitan con retóricas estereotipadas que nos impulsan a no dejar de producir, a no parar, a ocultar y desechar… y como si eso fuese poco, se graban con un IVA del 21 % , constituyendo una injusticia social a la accesibilidad de los productos de gestión menstrual que no están garantizados.

Mayo, definido como el mes de lucha y visibilización del ciclo menstrual, evidencia la necesidad de manifestar nuestros procesos, nuestras alquimias, nuestras ciclicidades, nuestra sexualidad. Reivindicamos nuestras corporalidades caóticas, nuestros fluidos derramados, nuestros orgasmos, nuestras historias, nuestros trabajos, las memorias ancestrales de todas las brujas que quemaron y las que no pudieron quemar. Hoy arde este sistema, y nosotres menstruamos derramando la sangre salvaje que a esta sociedad incomoda.

* Profesora y Diseñadora en Comunicación Visual (UNLP), se formó en “Educación, Imágenes y Medios” (FLACSO), Diplomada en “Construcción de Proyectos en Ciencias Sociales” (IDES). Actualmente trabaja como docente en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata y en una escuela secundaria técnica. Forma parte del Grupo de Investigación del GIIEC-CIMED, y del Grupo de Extensión PedagOrgía (UNMdP).

Ilustración: Ornella Podestá

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