Una “nueva” lucha de clases ampliada

Episodio CXVIII

Cátedra Abierta Félix Guattari*

 

1.

El francés Félix Guattari es uno de los teóricos más actuales para nuestros desafíos en América Latina. Atravesamos un “nuevo ciclo de luchas” y una etapa de crisis multidimensional del capitalismo, donde emergen nuevos fascismos y revueltas populares. Toda crisis es una experiencia ambigua: puede ser una situación devastadora como también una oportunidad política. La catástrofe reclama una reinvención estratégica de las fuerzas emancipatorias y una recomposición anímica de nuestras propias potencias.

Los feminismos y disidencias, el precariado organizado y el sindicalismo combativo, los indigenismos y ecologismos, entre otros movimientos, expresan hoy en día los vectores de una nueva lucha de clases ampliada. Se trata de conflictos contra la precarización, el extractivismo, la desigualdad y la sobreexplotación, entre otros.

Esta compilación reúne textos guattarianos de los años ochenta. Aquellos fueron tiempos de reconversión acelerada del capitalismo, donde el bloque socialista se desplomaba, el sandinismo (triunfante en 1979) perdía las elecciones en Nicaragua, el neoliberalismo avanzaba, se extendía el microfascismo, etc. En las puertas de un Nuevo Orden Mundial, Guattari denomina Capitalismo Mundial Integrado (CMI) a ese proceso, antes de que caiga el Muro de Berlín. En ese panorama, el capital tiende a desterritorializarse en un doble sentido: por un lado, de modo extensivo (se expande al conjunto del planeta); y por el otro, intensivo (ocupa la totalidad de nuestras vidas). Pero estás tendencias no son una flecha objetiva de la historia, sino un campo de batallas.

En nuestra coyuntura, signada por el colapso ecológico, el deterioro psíquico y las crisis económicas y sanitarias agudizadas con la pandemia, se acelera la mutación del capital pero también pueden acelerarse los procesos de lucha popular. Como sucede hoy, en los años ochenta Guattari comprende las alianzas que es preciso componer entre las luchas del deseo, las luchas sociales y las luchas ecológicas. Los frentes de la lucha política y económica deben combinarse con la lucha cultural y sensible. De hecho, la “revolución molecular” se presenta como una política de las composiciones, entre migrantes, jóvenes, minorías, mujeres, disidencias, negras, locas, niños, obreros y un largo etcétera. Guattari mapea un pueblo múltiple: precario, queer y plebeyo, donde la “revolución molecular” expresa las fuerzas ambiguas de una lucha de clases ampliada.

¿Es la revolución molecular una hipótesis estratégica para nuestro tiempo?

 

2.

En el caso de Guattari, las preocupaciones por “las nuevas formas de subjetivación” están vinculadas a otras de corte más “específicamente político”. ¿Cómo encontrar nuevos modos de lucha colectiva que reinventen la perspectiva del proyecto revolucionario? En textos como “Las luchas del deseo y el psicoanálisis”, Guattari plantea que las luchas del deseo y las luchas sociales no pueden ser excluyentes entre sí:

Por una parte, la lucha de clases, la lucha revolucionaria de liberación, que supone la existencia de máquinas de acción capaces de oponerse globalmente a las fuerzas opresivas, funcionando para ello de acuerdo a un cierto centralismo, o por lo menos un mínimo de coordinación; por otra parte, la lucha en el frente del deseo, en el frente de los agenciamientos colectivos que proceden a un análisis permanente de la subversión en todos los niveles del poder.

No hay transformaciones políticas posibles sin subjetividades antagonistas que las dinamicen. Estas subjetividades se construyen en experiencias situadas de lucha y organización. Por eso, no es posible redefinir lo político sin una nueva radicalidad popular, sin un nuevo protagonismo plebeyo. No conviene separar la micropolítica de las formas de vida de las dinámicas macropolíticas de la lucha de clases. Del mismo modo en que no resulta eficaz escindir la inserción en la lucha de clases de la invención colectiva de vidas autónomas. La sublevación de nuestros modos de vivir y morir se dirime en el corazón de las luchas. Esta hipótesis guattariana hoy en día nos permite afirmar que la disputa anímica por nuestros deseos, imaginarios y placeres debe combinarse con el combate político de masas. La trasformación social, económica y cultural requiere prolongarse en un frente de la liberación psíquica colectiva.

Atravesamos una época signada por la gradual erosión en la capacidad política para imaginar futuros postcapitalistas y el declive de la razón estratégica anticapitalista. El consumismo, la “rebeldía de derechas”, la nostalgia cultural o el déficit de historicidad son presentados por los enemigos como si fueran modos de vida victoriosos en la lucha de clases. Buscan reforzar los efectos de la derrota militar de las fuerzas revolucionarias. El neoliberalismo ha entrado en una crisis por la cual deviene autoritario, dando un contragolpe a la pulsión igualitaria de las luchas. El fascismo es un síntoma de la descomposición capitalista, es una respuesta asesina y supremacista ante la pérdida de privilegios impulsada por las potencias feministas, disidentes y plebeyas.

La proliferación de los fascismos requiere ser contestada por una reconstrucción del movimiento de masas, combinando feminismos y plebeyísimos, disidencias y obrerismos. ¿La clausura del futuro es hoy impugnada por diversas luchas y protestas? ¿Las revueltas abren nuevos presentes para disputar nuestros futuros? ¿Existen luchas cuyos deseos y saberes puedan exceder los límites de los modos de vida del capital?

 

3.

Guattari es el nombre de un deseo militante: reinventar las composiciones entre lo económico, lo político, lo cultural y lo existencial. El “guattarismo del siglo XXI” debería asumir que la producción de saberes críticos es inseparable de la construcción de subjetividad antagonista y de la organización de colectivos políticos populares.

Somos una generación estructuralmente inquilina, mentalmente herida y existencialmente desposeída. El monotributo como modo de vida se hace carne en nuestras vidas precarias. Estalla en nuestros malestares. Rompemos vínculos amorosos y amistosos como rompen con nosotrxs nuestros vínculos laborales. Hemos hecho de la flexibilización un suelo incuestionable. Colocamos los pocos huevos que tenemos en más canastas de las que podemos, porque sabemos que “nada es para siempre”, porque mañana ese ingreso con el cual pagamos el alquiler puede desaparecer. Y nos hemos acostumbrado a todo esto…

Nuestras imaginaciones políticas se encuentran hipotecadas en las grietas de la real politik, donde la radicalidad política tiene como techo una democracia de la derrota. “No hay salida”, “no pasa nada”, “es esto o el caos”, “lo que hay, es todo lo que puede haber”, son mantras que se repiten hasta el hartazgo, estrechando los posibles. Nuestros sueños revolucionarios están capturados por el trabajo insomne, las redes sociales y la política reducida a un hecho formal y comunicacional. Desde diferentes frentes, se busca seducirnos de que toda radicalidad es peligrosa, indeseable y utópica, no vaya a ser cosa de que nos pongamos violentos. Nuestra salud física y mental pende constantemente de un hilo. Nuestro cuerpo es el blanco de diversos mecanismos de mercantilización, patologización y saqueo. Pero necesitamos retomar la iniciativa política y volver a soñar.

 

4.

En los ochenta, Guattari subraya que el movimiento obrero tiene un gran problema: el corporativismo sindical. Y por eso insiste en la necesidad de gestar nuevas prácticas (políticas y sociales) que puedan realizar una refundación de la subjetividad. Se trata de reapropiarse de los medios de producción de subjetividades. El francés denomina a esto “trabajo de resingularización”, en el marco de una propuesta de “Ecosofía”, entendida como un movimiento teórico de claras resonancias con su experiencia junto a “Los verdes”. Su propuesta consiste en tramar una articulación entre ecología ambiental, social y mental. En ese sentido, se refiere a la necesidad de llevar adelante una “reconversión ecológica” de la acción sindical y política. Una reconversión que implica estrechar nuevas alianzas, fundamentalmente con el feminismo y el ecologismo.

Guattari asume el punto de vista de las luchas populares para pensar e intervenir en la dimensión de la subjetividad. Las luchas tienen una eficacia subjetiva en nuestras vidas, en la medida en que permiten desafiar los límites de lo que hacemos, pensamos, padecemos y deseamos. Las luchas amplifican nuestras posibilidades de autonomía y desobediencia. Porque los límites del capitalismo también son subjetivos: los ponen quienes rechazan y subviertan nuestras sujeciones, creando nuevos posibles.

En Latinoamérica, desde que la región fuera tomada por dictaduras orquestadas por Estados Unidos, hemos ingresado en un espiral destructivo que solo encontró respiro en el ciclo de luchas antineoliberales y el periodo de gobiernos bolivarianos. Pero hoy los movimientos muestran que no es posible relanzar lo político sin un nuevo protagonismo de las clases populares que reinvente formas de lucha, subjetivación y organización. Necesitamos combinar investigación militante, acción situada y orientación internacionalista, articulando frentes de acción, reivindicación y cuidado colectivo. Si nuestra vida ha sido precarizada y desposeída, ¡politicemos toda la existencia!

 

5.

La hegemonía en crisis del Capitalismo Mundial Integrado tiende a generarnos impotencia política. En la imaginación emancipatoria radical, la crisis se expresa en nuestras frustraciones, miedos y tristezas. El capitalismo pone a trabajar todas las capacidades de nuestra subjetividad, explotando nuestros afectos y deseos. El mercado necesita vidas colapsadas y estimuladas, sin demasiada energía como para producir un cambio radical. La crisis de una alternativa política al capitalismo se hace cuerpo en una depresión colectiva. Pero nuestra impotencia privatizada, que no es signo de una carencia sino de una fuerza ambigua y dispersa, puede ser la base de una nueva potencia colectiva.

En ese sentido, la revuelta popular en Chile; las luchas en Colombia por concluir con la hegemonía uribista; las manifestaciones contra el ajuste del FMI en Ecuador y en Perú; los enfrentamientos en Bolivia como resultado del golpe de estado new age dado por la OEA a Evo Morales; los feminismos y disidencias que han torcido los límites de lo visible, lo sentible y lo enunciable por una época; la promesa brasilera: ¡Lula vuelve!; los ciclos de lucha obrera y popular en Argentina; todas estas imágenes de vida sacuden nuestra actualidad y nos otorgan una premisa política: “el crimen no es perfecto”.

En diferentes iniciativas y creaciones colectivas está germinando un nuevo impulso de la “revolución molecular”, porque hay experiencias cuyos imaginarios, deseos y acciones desbordan la tristeza de la política convencional rendida a la impotencia. Debemos convertir la depresión colectiva en una fuerza de sabotaje. Pasar de la apatía individual hacia una bronca politizada, organizando la intolerancia como contraviolencia. Podemos sanar nuestras vidas dañadas al mismo tiempo que transformamos este mundo.

No podemos confundir la crisis del neoliberalismo con el golpe final contra el capitalismo. Los diversos procesos de acción y creatividad popular requieren una articulación estratégica, incapturable en las promesas progresistas. La ambivalencia de las revueltas populares se debate entre la integración, la represión, la dispersión o la radicalidad. Por esta razón debemos construir una alternativa política. Las esperanzas y los límites de los procesos de lucha señalan la urgencia de esa construcción.

 

6.

Una de las hipótesis más interesantes del guattarismo es aquella según la cual “lo inconsciente es arena de la lucha de clases”. Esto responde al hecho de que la lucha de clases no pasa solo a nivel de los intereses conscientes, sino al nivel de los deseos y fantasías inconscientes. Las personas no somos engañadas o manipuladas, participamos de modo inconsciente en la reproducción del sistema. Los oprimidos podemos desear contra nuestros propios intereses y reivindicaciones. Por estos motivos son necesarias diversas composiciones entre las liberaciones psíquicas y las rebeliones políticas, como ha demostrado la revuelta chilena afirmando que “no era depresión, era capitalismo”.

La lucha de clases ya no se reduce a una oposición simple entre los proletarios y los burgueses. El antagonismo se encarna en el plano inmediato de nuestros modos de vivir y de morir. La conflictividad social está inscripta en todas las vidas precarias, porque el enemigo habita en cada uno de nosotros. La lucha de clases ocupa nuestras subjetividades, toda vez que las calles, las plazas, el hogar o un barrio pueden funcionar como zonas de politización. Nuestros malestares, deseos, fantasías y disfrutes pueden ser entonces la premisa de una resistencia contra la normalidad capitalista.

Necesitamos hacer de nuestras vidas un campo de sabotaje, porque hoy en día la derecha fascista representa un rencor asesino ante todo deseo emancipatorio. Explotando nuestra tristeza, el fascismo quiere cancelar la posibilidad de los futuros alternativos. En cambio, las revuelas populares expresan una irrupción del deseo emancipatorio en el orden opresivo, nos permite conectar luchas desde una precariedad común y desigual. Los movimientos intervienen en los múltiples conflictos del neoliberalismo, ya que la bestial contraofensiva de los fascismos es un llamado autoritario al orden del mercado: su agresividad se mide en relación a la percepción de amenaza a la cual está respondiendo el poder de las clases dominantes. Esta derecha nos da una lectura a contrapelo de la fuerza de las luchas. Por lo tanto, la politización fascista de los malestares debe ser contestada por una subversión igualitaria de toda la existencia. Necesitamos politizar nuestras vidas para que las revoluciones se sientan como deseables.

 

7.

El concepto de “revolución molecular” señala una estrategia política concreta: la necesidad de reconstruir el movimiento revolucionario a nivel de nuestras prácticas, formas de organización y subjetividades. En el enfrentamiento con la clase dominante, necesitamos crear nuevas posibilidades en el plano de nuestras fantasías, disfrutes y pasiones. En ese marco, nos preguntamos: ¿en las experiencias actuales de lucha y organización se germinan acaso las potencias ambiguas de los comunismos realmente existentes? Como diría Mariátegui, ¿hay “elementos prácticos de comunismo” en los feminismos, en la economía popular, en cierto sindicalismo, en la cultura disidente, etc.?

No podemos imaginar una recomposición anímica y política sin partir del suelo sensible de las posibilidades de vida que se están creando en nuestros presentes. Una “nueva” lucha de clases ampliada ha tomado nuestra existencia. En cada cuerpo se elaboran las contradicciones, y en el seno de los pueblos se interiorizan los antagonismos. Los movimientos ecológicos, disidentes, locos, feministas y del precariado expresan los diversos conflictos de una ampliación del campo de batallas. Nuestra vida es el escenario de los antagonismos, y por eso debemos politizar toda la existencia. El enemigo se ha infiltrado en las instituciones, en la economía libidinal, en los grupos militantes, en los barrios y en las organizaciones de base. Todxs estamos parasitadxs por nuestra participación inconsciente en la reproducción del sistema; por eso un triunfo político eficaz supone luchar contra nosotrxs, transformándonos para derrotar a los enemigos.

Las revoluciones no han muerto. Necesitamos combinar procesos destituyentes, constituyentes e instituyentes. Resulta urgente explorar una nueva transversalidad entre las luchas ecológicas, las luchas sociales, las luchas sindicales y las luchas del deseo, entre otras, porque el capitalismo tiende hacia la fragmentación de nuestras identidades. La crisis de la salud mental colectiva, la precariedad económica y existencial, el extractivismo y la impugnación del neoliberalismo, entre otros problemas, permiten confluencias entre deseos, agendas y malestares. Es prioritario articular fuerzas antagonistas, teniendo en cuenta que precisamos inventar instituciones populares que puedan refrescar las formas subjetivas y organizativas. Combinar niveles de acción directa y representación, de conducción y horizontalidad, de centralización y democracia de base, de protagonismo y antiautoritarismo. Tenemos el desafío de recrear las estrategias políticas de poder y las disputas por los deseos, imaginarios y sentidos.

 

El siglo XXI ya está siendo guattariano.

 

 

* “La Guattari” es una experiencia de investigación y militancia nacida en el año 2019. Funciona en la Universidad de los trabajadores en la fábrica recuperada IMPA en la Ciudad de Buenos Aires, perteneciente al Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER). La integramos Mariano Pacheco, Gabriel Rodriguez Varela, José “Pepe” Scasserra y Emiliano Exposto.

 

Revolución molecular y lucha de clases

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